LA PARTICIPACIÓN DE LOS HIJOS
DE LA PROVINCIA DE PACASMAYO EN LA GUERRA DEL PACIFICO.
Unos de los trabajos que se presentó
al Concurso Histórico convocado por la Asociación Cultural de San Pedro,
relacionado con la actuación de los pacasmayinos en la guerra del 79 fue: “LA
PARTICIPACION DE LOS HIJOS DE LA PROVINCIA DE PACASMAYO EN LA GUERRA DEL
PACIFICO”, firmada por “Filos Historicus”
seudónimo que identifico a Enrique Calderón Arias.
EL ACORAZADO BLANCO ENCALADA
FRENTE A LAS COSTAS DE PACASMAYO
En una mañana del mes de
Junio de 1879, se divisó frente al puerto de Pacasmayo, la silueta de un buque
de guerra y el entonces Alcalde de Pacasmayo, Don Roberto Tillit, conductor de
la Hacienda Chafán, sostuvo que era el acorazado Blanca Encalada, una de las
más fuertes unidades navales del país
araucano; noticia que como un reguero de pólvora se extendió por todos los
distritos de la provincia, despertando un fervoroso patriotismo y una decisión
de defender a la provincia de una probable invasión, formándose con todo
entusiasmo cuerpos de tropas constituidas de la siguiente forma: el Alcalde Tillit reunió un pelotón de 50
hombres, Don José Goyburo, Hacendado de Calera y Cafetal llego con 500 hombres
de Chepén, Guadalupe y Pueblo Nuevo, Don Julio Montenegro, acomodado
comerciante (San Pedro de Lloc) reunió
100 hombres, a la vez a la cabeza de los
cuales estaba él como primer jefe, como segundo Don Fidel Ugaz y como tercero
Don Fidel Arístides Ulfe; todos estos cuerpos de tropas estaban imbuidos de su
amplio espíritu de lucha pero desgraciadamente estaban sin armas sin ninguna
preparación, sin recursos, carente de organización militar, eran pues grupos de
hombres desbordante de fervor patriótico, consiente del sagrado deber de
defender el suelo partió ante la amenaza del invasor chileno. El desaparecido
escritor sampedrano, Don Pedro Vertiz Dávila en un interesante artículo nos
dice “…..unos con revólveres, otros con carabinas de salón, tales con piedras,
tales con machetes, estos con formones de carpinteros, esos con palos y
aquellos con nículas de arriar piajenos atravesaban con aires marciales y al
compás de marchas guerreras, las calles de nuestros distritos provinciales, delirantes
de entusiasmo cívico, lanzando vítores y
vivas al Perú y muestras de condenación al enemigo. Hermosas y gallardas,
ondulaban entre las masas aglutinadas, las banderas rojas-blancas de la patria,
mientras se oían tremantes de valor y entusiasmo las arengas de famosos
oradores cívicos en esquinas y plazas”.
Todos estos grupos de “troperos”,
mal armados y bajo la guía de hombres civiles, sin más
pericia que la noble voluntad de luchar, sin más armas que su patriotismo y
valor se concentraron en San Pedro de Lloc y de donde se dirigieron al Puerto
de Pacasmayo con la valiente resolución de impedir el desembarco de los rotos
del Blanco Encalada.
Este grupo de “troperos” que
formaban el Batallón “Pacasmayo” llegaron al Puerto de Pacasmayo al atardecer
de un día de Junio de 1879 y al acercarse a la playa entre la niebla que
envolvía al mar, vislumbraron la figura del Blanca Encalada. Los más aguerridos
del Batallón, encabezados por el Alcalde Tillit, avanzaron hasta el muelle para
enfrentarse al enemigo que se creía iba a desembarcar, mientras que otros con
las armas listas y depuestos a entablar combate, ocupaban la población; pero el
barco de guerra, tras una observación del litoral zarpo de la bahía pacasmayina
rumbo al sur.
BATALLAS DE SAN JUAN Y
MIRAFLORES
Debemos de ocuparnos de estos
dos importantes hechos históricos de elevado patriotismo, porque en esas
acciones bélicas la Provincia de Pacasmayo tuvo una modesta pero sublime participación
por la decisión heroica de un grupo de jóvenes que imbuidos de un verdadero
amor por su patria intervinieron en esas acciones y muchos de ellos ofrendaron
sus vidas, siendo pues héroes nacionales que se debe ineludible recordar.
Desaparecida nuestra fuerza
naval con el sacrificio de Grau, se inició la invasión del territorio y después
de las gloriosas batallas de Tarapacá, San Francisco, El Alto de la Alianza y
Arica, las tropas chilenas desembarcaron en Lurín ocupando el Valle de Lima, al
mando del general Baquedano.
Don Nicolás de Piérola con el
Ministro de Guerra don Manuel Iglesias organizaron en la mejor forma la resistencia,
a fin de impedir la ocupación de Lima, que era el más ansiado objetivo del
invasor, produciéndose primero la batalla de San Juan el 13 de Enero de 1881 y
la de Miraflores, con sus heroicos reductos el 15 del mismo mes. En la primera acción
los peruanos pelearon con admirable decisión, pero el desconcierto de nuestro
comando y la superioridad bélica causaron la derrota que termino con la ocupación
de Chorrillos y Barranco que fueron saqueadas e incendiadas por las
desenfrenadas tropas invasoras y la depredación de objetos de arte y de valor
que encontraron en las lujosas mansiones.
Pero esta derrota no alcanzo
hacer decaer el valor de nuestros bravos soldados que reorganizándose formaron
un batallón con el resto de tropas y muchos ciudadanos voluntarios de Lima,
constituidos por estudiantes universitarios, jornaleros y artesanos que
acudieron a ofrecer su sangre en aras
del honor y la seguridad de la nación. En esta batalla es de destacar la participación
del valeroso Coronel sampedrano Don Augusto Barranachea que había formato el Batallón
Voluntarios de Pacasmayo, en el que estaban los guadalupanos Pablo Deza,
Ruperto Condemarin, Wenceslao Castañeda, Valentón Arancibia, Patricio Robles,
los Capitanes Augusto Rivasplata y Manuel Montoya, el Sargento José Mercedes
Sierra; y los de Pueblo Nuevo Trinidad Tolentino, José Pineda, Manuel Mayorga y
N. Balarezo. En el Morro Solar lucharon con denuedo Don Ezequiel Balarezo
Licera que al ser aniquilada su división fue tomado prisionero y enviado a
Chile; el Teniente del Batallón “Unión”, Don Gregorio Balarezo fue gravemente
herido, murió en un hospital de Lima. Es de relievar que en la Batalla de
Miraflores intervino la flor innata de la juventud limeña que con el fusil en
la mano lucharon valientemente y debemos decir juventud y niñez porque grupos
escapados de los colegios acudían al lugar de los acontecimientos, pidiendo
servir de algo en el frente glorioso. De esta Batalla alguien ha dicho, con
mucha razón que “Miraflores fue una reunión de improvisados, de bisoños, con
armas que empuñaban por primera vez; eran niños y jóvenes, así mismo hombres
maduros y hasta viejos que se habían dado cita en el campo del combate con la convicción
de que no iban a ganar esta Batallas. Se juntaron, pues, para morir en servicio
de su patria y esto es lo mejor que se puede decir de estos valientes peruanos.
En la Batalla de Miraflores
el ejército y el pueblo lucho con tanta valentía y amor patriótico que por dos
veces el enemigo estuvo a punto de reembarcarse, pero la falta de refuerzos y
la carencia de armamento hizo ceder a los defensores; muriendo en esta acción
con todo heroísmo los patriotas Faning, Arrieta, La Colina y muchos otros
valientes, sobre cuyos cadáveres pasaron los chilenos para ocupar la Capital el
17 de Enero de 1881. En esta acción se distinguieron nuestros comprovincianos
el joven universitario Urbano Balarezo que se presunto voluntario, Román
Balarezo Carbajal, y el estudiante de media Manuel Reaño que formo parte de la
reserva, todos naturales de la ciudad de Guadalupe.
DESTACADA PARTICIPACIÓN DE LA
PROVINCIA DURANTE LA CELEBRE EXPEDICIÓN DE PATRICIO LYNCH.
A consecuencia de la derrota
de nuestra marina, el gobierno de Chile encomendó al entonces capitán marino
Patricio Lynch Sotomayor, la operación bélica contra el litoral peruano en el
año 1880. Este militar Chileno de muy triste recordación pues su innoble actuación
ha sido con mucha razón cuestionada, incluso por historiadores chilenos, algunos de los cuales lo llamaron
“PIRATA”, por su barbarie e insania, ya que cometió las más bárbaras depredaciones,
bombardeando poblaciones indefensas como Chimbote, Paita y otros lugares, ordenando
la muerte de personas civiles y destruyendo implacablemente fábricas y valiosas
plantaciones; el historiador peruano Paz Soldán denomina a esta campaña la “expedición
de merodeo”; y el historiador chileno Jorge Inostrosa dice “Lynch con frialdad
absoluta ordeno incendiar plantaciones, comenzó a golpear por los Departamentos
norteños del Perú, llevando la antorcha incendiaria que esgrimía con rigurosidad
terrorífica, este hombre que por estos hechos merece el apodo de “Príncipe Rojo
La noticia de la llegada del
terrible Lynch a nuestra provincia causo enorme sensación de pánico, porque se tenía
noticias de la terrible actuación de este Atila Chileno; por lo que muchas
familias huyeron a la sierra de Contumaz de Cajamarca, salvándose así mujeres,
ancianos y niños de los desmanes de la soldadesca chilena. Algunos familiares
se refugiaron en la amplia casa de Don Enrique Dupuy, súbdito francés; mientras
que los hombres aptos se alistaban con entusiasmo y decisión a las tropas de
combate; fueron valientes que formaron grupos guerrilleros y las madres, los
ancianos y los niños ofrecían a su partía mancillada y caída la bella ofrenda
transida de dolor de sus oraciones; en fin, todos ellos héroes sin monumento,
filántropos sin placas de bronce y ni siquiera el nombre de ellos dado a una plaza
a una calle.
Patricio Lynch llego a San
Pedro con su fuerza de ocupación; y al buscar una casa donde establecer su
residencia particular tuvo la grata sorpresa de encontraste con su antigua AMA
DE LECHE que tuvo en su distante país, siendo inexplicable cual fue el destino
que influyo para que estos dos seres separados por la nacionalidad, el tiempo y
la distancia se encontraran en nuestro apacible pueblo (San Pedro de Lloc).
Esta humilde mujer indígena que era conocida con el apodo de “La Chorrillana”, vivía
en una casa de la Calle Abtao, donde con toda satisfacción Lynch se alojó.
Establecido Lynch en San
Pedro, fue encargado de entenderse con el jefe Chileno, el entonces Alcalde don
Julio Montenegro, que tan noble como importante participación le cupo tener en estos
difíciles como dolorosa circunstancia que demostraron su amplio espíritu
generoso y su entrañable cariño por su pueblo natal; y como era su norma , el
jefe chileno inicio su actuación imponiendo onerosos cupos, tributos y
resoluciones, dictando medidas drásticas contra haciendas, personas e instituciones
que gravaban en forma intolerable a toda la población de la provincia.
A la víspera de la llegada de
la expedición de Lynch, fue nombrado un nuevo personal municipal, de la que
fueron miembros don Julio Montenegro, Alcalde, don Remigio Saco y don Ricardo
Desmaison, lo que de común acuerdo resolvieron proporcionar al enemigo víveres,
pastos y vituallas a fin de evitar en lo posible funestas represalias y violencias.
A los dos días de su llegada Lynch
le comunico que se había impuesto a la ciudad un cupo de dos mil libras
peruanas, cantidad que por gestiones de Montenegro fue rebajada a mil libras,
pues le manifestó que era lo máximo que podía conseguirse de una población joven; suma que fue reunida con el
aporte generoso de los ciudadanos y firmas comerciales y agrícolas que aparecen
en la relación siguiente:
Flores y Neyra
|
400.00 Lp
|
Adriano Saavedra
|
200.00 Lp.
|
Manuel S. Vertiz
|
150.00 Lp.
|
Remigio Saco
|
110.00 Lp.
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Miguel Venturo
|
60.00 Lp.
|
Julio Montenegro
|
50.00 Lp.
|
Vertiz Hnnos.
|
40.00 Lp.
|
Total
|
1009.00 Lp.
|
Suma que recibió Lynch el 13 de
Octubre de 1880, conforme documento presentado por el mismo Sr. Montenegro.
Para proveer de víveres para
el sostenimiento de las tropas invasoras se colecto las siguientes sumas:
Casimiro Rázuri
|
3,000.00 Lp.
|
Nicasio Tillit
|
1,200.00 Lp.
|
Carlos Gonzales
|
1,200.00 Lp.
|
Pedro Fuxá
|
600.00 Lp.
|
José Mendoza
|
600.00 Lp.
|
Vicente Neira
|
300.00 Lp.
|
Francisco Arias
|
600.00 Lp.
|
Esteves Hermanos
|
300.00 Lp.
|
José La Madrid
|
600.00 Lp.
|
Ricardo Desmaison
|
300.00 Lp.
|
José A. Rázuri
|
170.00 Lp.
|
Julio Montenegro
|
1,319.20 Lp.
|
Total
|
10,189.20 Lp.
|
Con el total de estas sumas
se compraron harina, arroz, sal, aceite, azúcar y reses.
AMENAZA DE LA DESTRUCCION DEL
MUELLE DE PACASMAYO.
Asimismo, Lynch impuso un
cupo al Puerto de Pacasmayo de Diez mil soles y si esa suma no era abonada en el
plazo señalado se procedería a la destrucción
del muelle; suma que era producto se su sed de rapiña que le caracterizaba y
que para nuestro puerto era excesiva y gravosa para su incipiente economía.
En vista de esto el ciudadano
americano Benjamín Kauffmann, que era gerente de la empresa del
Ferrocarril, llevado a su profundo
cariño del pueblo donde residía y a su alto espíritu de colaboración filantrópica
se constituyó ante el Capitán Lynch, acompañado del Señor Julio Montenegro, los
que sostuvieron por largo tiempo una entrevista, haciéndole ver la monstruosidad
de su amenaza y de que el cupo era muy superior a las posibilidades económicas
del puerto; pero el jefe chileno no quiso ceder, exigiendo los Diez mil soles o
se procedía a dinamitar el muelle y entonces Mr. Kauffmann, en un rasgo de inolvidable
generosidad abono con su propio peculio la suma demandada, satisfaciendo así las
bajas pretensiones del invasor, salvando una obra de tanta utilidad y
comprometiendo por siempre la gratitud de toda la provincia. Se dice que la
esposa del salvador del muelle.
Al alejarse Lynch de la
Provincia, dejando en esta tierra ingratos recuerdos, llevó en su mente la
presencia de dos hombres amantes de la región, Donde Julio Montenegro y Don Benjamín
Kauffmann, escribiendo varias cartas al primero desde Malabrigo y la Viñita, en
la que lo tildaba de “patriota alcalde” y “abnegado ciudadano”, documentos que
son verdaderos tesoros históricos que serían necesario investigar su paradero.
OCUPACION DE LA PROVINCIA POR
TROPAS CHILENAS
Las tropas de ocupación
Chilena llegaron al territorio provincial el año de 1881 a órdenes del
Coronel Villarreal y otros jefes; tropas que actuaron en forma vandálica.
Pues la soldadesca incontrolable y en la mayoría de los casos en estado de
completo embriaguez, salían a las calles y campos a cometer robos, violaciones
y execrables abusos con la gente humilde.
De esta actuación nos remitimos
a los datos históricos, suministrados en artículos por nuestro recordado
intelectual Pedro Vertiz Dávila, publicados en el diario la Unión de Pacasmayo,
en uno de los culés nos refiere lo siguiente:
“No era extraño ver como por
la barriada de la calle Grande los rotos reclutas pasaban su corto y curvoso
cuchillo, llamado corvo por entre las cañas de las quinchas como los dedos por
las cuerdas de una guitarra y en actitud amenazante pretendían escalar los
muros y abrir las puertas, a la voz de:
“Mira que niño...............
“Asaltaban los huertos,
robaban los frutos, los animales y el ganado; así se recuerdan como cortaban la
caña de azúcar del fundo La Sexta cerca de la población, exclamando:
“Por la grande y reverenda
que hasta los palitos del Perú son dulces..................
“La reacción inmediata y
natural de los pobladores ante tales desmanes y atropellos que no solo iban
contra el patrimonio y los bienes de los pobladores, sino también lo hacían en
agravio del honor de sus mujeres, madres e hijas, levanto una ira de intenso
fervor patriótico contra el invasor odioso y ultrajante, despertando la
resistencia de los Sampedranos.
“Conocida era la posada de la
famosa picantería LA MOÑONA, donde en medio de la embriague del sarape y marine
a, los peruanos de San Pedro vengaron los ultrajes de la soldadesca invasora,
dejando los restos de muchos rotos que cada noche no regresaban ni pasaban
lista en el cuartel.
“De la misma manera, eran
teatro de iguales hechos las picanterías y posadas que en la campiña y en los caseríos
eran visitadas por las tropas chilenas que beodas y agresivas cometían
atropellos y desmanes contra las pobres gentes.”.
Es digno de anotar que entre
los sangrientos hechos cometidos por la soldadesca chilena, tenemos que
mencionar el episodio que tuvo lugar en el puente de Cala, cerca de Chocofán en
el que perdieron la vida el agricultor Señor A. Perales, su hijo y el negro
caporal que lo acompañaban. Se cuenta que a las 7 de la noche de un día de
1882, cuando regresaban de sus habituales tareas agrícolas, los mencionados
Señor Perales y su Caporal fueron asaltados por diez soldados chilenos,
completamente embriagados, profiriendo soeces interjecciones les arrebataron sus alforjas, golpeándolos, derribándolos
y luego de amarrarlos con sus cabrestos los sumergieron en la acequia de la
toma de Cala, con la clara intención de ahogarlos.
Al retirarse llevándose las
bestias, un chileno dijo: “Llevemos la yegua niño, pero dejemos al cholo
pué.......”, “Puede que nos conozcan dijo otro; entonces el sargento que los
mandaba, con aspecto de vaporino y de torva mirada enrojecida por el alcohol
ordeno:
“Despachemos a lo niño pué........
Y una cerrada descarga de fusilería
cayó sobre los indefensos y ya mal heridos cuerpos de la prisioneros que
estaban ahogándose en las aguas de la acequia; muriendo instantáneamente los
Sres. Perales y al retirarse los chilenos el caporal empezó a gritar uno de los
agresores al Orden de córtale la jeta al cholo, saco su afilado corvo y le cercenó ferozmente la lengua.
En recuerdo de este triste
episodio, sangriento y deplorable, posteriormente fue colocado sobre un
pedestal de piedra una cruz como un símbolo cristiano de tan luctuoso suceso
que dejó profundas huellas en el espíritu de la población.
Es justo anotar también, que
durante la ocupación los chilenos hicieron alguna obras positivas de bien
social, que como hechos históricos es deber resaltar y reconocer; es así que a
muchos de los pobladores de esta ciudad les obligaron a ejecutar “trabajos
forzados” que tenían como fin la refacción de la Plaza de Armas, la pavimentación
y empedrado de algunas calles, la restauración de los centros escolares y la construcción
del tranvía, jalado por mulos y su respectiva línea férrea que unía la ciudad
con la estación del ferrocarril, que los chilenos en recuerdo de una ciudad de
su país llamaron “Coquimbo”, que posteriormente siguió prestando servicios
hasta que fue suprimido con la construcción de la carretera panamericana.
Los Chilenos, sin embargo y
en forma negativa, siguieron con sus acciones despóticas, desarrollando una política
de maltratos y tiranía, contra los vencidos, exigiéndoles sumisión y
acatamiento humillante, como imposiciones crueles y sanguinarias de los
fusilamientos, saqueos, incendios y abusos contra la inerme población, la que
con energía valerosa y eminentemente patriótica mantenía la resistencia contra
el odioso invasor.
El ya mencionado Vertiz D.,
nos relata lo siguiente:
“Cierta vez la fuerza de la artillería
Chilena, al mando del Capitán Fuenzalida, hacían ejercicios en la Plaza de
Armas de la ciudad, y su jefe quiso presenciar a sus tropas desde el corredor
de la casa de la familia Vertiz Cáceda, situada en dicho lugar; mas al llegar
el jefe Chileno, algunos familiares que presenciaban las maniobras de los
soldados desde una de las ventanas, se retiraron hacia el interior; razón por
la cual, el Capitán Gonzalo Fuenzalida, por susceptibilidad y ufanía, se sintió
ofendido y abriendo violentamente la mampara de la casa se dirigió a Don Pedro
Vertiz Cáceda, que en esos momentos leía tranquilamente sentado en un sillón y
le dijo:
Señor, muchas gracias...............eh!
“Al día siguiente fueron
notificados por los jefes de la guarnición los hermanos señores Pedro y Federico
Vertiz Cáceda para que respondieran de supuesta faltas de consideración y atención
en agravio de la oficialidad invasora; y el jefe sentencio:
“En adelante deben poner
asientos y atender inmediatamente a los oficiales que lleguen a la casa”
“Sabemos que la medida no
tuvo cumplimiento; aun cuando la banda de músicos de la guarnición dieron
retretas los Domingos y fiestas al lado del referido corredor de la casa de los Vertiz, costumbre
que perduro con la banda de músicos locales.
HEROÍSMO Y MARTIROLOGIO DE
LOS HERMANOS ALBÚJAR Y MANUEL GUARNÍS
(VER RASGOS
DE LA VIDA Y ACCION HEROICA DE LOS
HERMANOS FERNANDO ALBUJAR, JUSTO ALBUJAR
Y MANUEL GUARNIZ)
DOS GRANDES SANJOSEFANOS DE
NOTABLE PARTICIPACIÓN EN LA GUERRA DEL PACIFICO.
DON PEDRO RÍOS YEPEZ.
Nos toca ahora ocuparnos de
una notable y destacada personalidad de
esta provincia, que tuvo una importante actuación durante la ocupación chilena
en nuestra región nos referimos a Don Pedro Ríos Yépez, que nace en San José el
15 de Abril de 1854; su Padres fue Donde José Gregorio Yépez, rico hacendado,
propietario de los fundos Ventarrón, Vista Alegre y la Campanita, quien se preocupó
de dar a su hijo una esmerada educación, enviándolo a la acreditada escuela de
San Pedro, dirigida por los notables educadores Don Antonio Gil y Don Emilio
Gastelmundu y posteriormente lo hizo estudiar su instrucción media en el famoso
Convictorio Carolino semillero de destacados espíritus de tan importancia figuración
de nuestra historia nacional.
Cuando tenía 21 años, Don Pedro
regreso al terruño nativo dedicándose a la agricultura y arrendando La Hacienda
Ñampol, en sociedad con su entrañable amigo Eliseo Salcedo Ruiz; transcurriendo
su vida en las faenas agrícolas, paseos y reuniones sociales, distinguiéndose
como un joven emprendedor decidido en sus acciones y que siempre respetaba la
palabra dada, de un carácter combativo y con todo entusiasmo se entregaba a la acción
más anegada.
Desde el inicio de la guerra
con chile, en plena juventud, Donde Pedro exteriorizaba su espíritu patriótico,
manteniendo su decisión de defender a la patria y expresando su justa indignación
por los reveses y bajamenes que sufría nuestro país por las huestes invasoras. Cuando
las tropas chilenas llegaron a esta provincia, que estuvieron comandados por
varios jefes que sucesivamente actuaron, como el Mayor Exequiel Villarreal, el
Teniente Fuenzalida, Carballo, Arellano y otros, todos los que en su plan vandálico
imponían cupos a los hacendados y personas acomodadas, creando una difícil situación
en toda la provincia.
Cierto día, Don Pedro supo
que un pelotón del batallón Buin, se dirigía de Guadalupe a San Pedro, por lo
que reunió a sus amigos Eliseo Salcedo, Antonio Saavedra, Santiago Cerna,
Manuel Collao, Roberto Luna y otros entusiastas
y patriotas jóvenes, que montados en brillosos caballos, acordaron
esperar a los Chilenos en el portachuelo de Vista Alegre, para atacarlos.
Llegados se emboscaron en la parte más estrecha del portachuelo, donde al
aparecer el pelotón de 50 soldados fueron recibidos a balazos. Don Pedro que
montaba un caballo muy brioso que al oír el ruido de la fusilería se encabritaba
y no dejaba a su dueño a ser blanco, por lo que este se bajó de la bestia para
seguir valientemente en la lucha, pero los chilenos retrocedieron y se dieron a
la fuga, encontrándose don Pedro que se había adelantado mucho, completamente
solo y sin montura, pues esta había huido dirigiéndose a Ventarrón, Don José
Gregorio al ver llegar al caballo sin su jinete, exclamo: “Ya mataron a mi
hijo”, disponiéndose a ir a buscarlo, pero al poco rato entraba su hijo a
pie y con todo entusiasmo le conto a su
genitor lo que había sucedido, montando a caballo para dirigirse a Ñampol donde
residía.
Se cuenta que un dúa, que en
el corredor de la Hacienda Ventarrón Don José Gregorio tenía en la “Barra”,
medio en que se castigaba a los peones, a uno de ellos que se había
insolentado, cuando llego a caballo y completamente embriagado un soldado
Chileno, preguntando el porqué del castigo y enterado saco el fusil con el fin
de matar al infeliz peón; alegando que en su país se procedía así con los que cometían
esas faltas; pero Don José Gregorio se opuso, entablándose una discusión,
cuando Don Pedro llego quien enterado de lo que pasaba y para alejarlo, lo invitaba
tomar una copa de San José, el soldado acepto y los dos montaron en sendos
caballos dirigiéndose al pueblo, pero al pasar por el cerro que esta frente a
Vista Alegre, Ríos que se había adelantado oyó rastrillar de arma y volviéndose
se encontró con que el chileno le apuntaba con su fusil para asesinarlo
vilmente; Don Pedro magnifico chalan espoleo su caballo con mucha rapidez, abalanzándose
contra el malhechor trabándose en: una feroz lucha por la posición del arma,
llegando a dominar al soldado; siguieron a San José y al llegar cerca del
cementerio, avistaron a un pelotón chileno al mando de un oficial, al verlos el
soldado dijo: Suélteme ahi viene mi “jefe” don Pedro se acercó al oficial y le explicó
lo sucedido, respondiéndole este: “se ha escapado Ud. gracias a su valor, de
las manos de un asesino, que para ingresar al ejército ha salido de la cárcel“,
ordenando al inferior unirse al pelotón al final de la fila; y se dirigieron al
pueblo siguiendo Ríos en compañía del jefe por un trecho, cuando una bala paso silbando
entre los dos; el roto asesino había disparado para matarlos a los dos. El
oficial dio Orden de amarrarlo y que lo condujeran a San Pedro.
EPISODIO DE FERNANDO TERRONES.
En el año de 1881, este
humilde peón, heroico Sanjosefano, escribió una gloriosa página de patriotismo en
nuestra historia y en ella cúpole a Don Pedro Ríos una destacada como
humanitaria actuación.
Como la mayoría de las tropas
chilenas de ocupación eran de caballería para la mantención de los caballos
eran conducidos, por turnos, a los pastos del Valle. En uno de esos turnos le
toco a la campiña de San José donde llevaron las bestias y cuatro soldados se
quedaron para cuidarlos; por turnos, y como el pueblo estaba cerca la mayor
parte del día se la pasaban bebiendo
licor en las cantinas del poblado y casi de noche un día regresaron a los
alfalfares; pero viendo en las cercanías una humilde vivienda ocupada por la
madre de Fernando Terrones y su hermana Luisa las atacaron con el infame fin de
violarlas. Las dos mujeres se defendieron valientemente ante el cobarde ataque
y lanzaban gritos de auxilio que felizmente fueron oídos por Fernando que
trabajaba en un terreno cercano. Cuando acudió en auxilio de sus familiares, al
presenciar la terrible escena, lleno de justa indignación, armado de un machete
ataco a los cobardes malhechores, logrando matar a tres, escapando el cuarto
que fue a San Pedro donde puso de su conocimiento a sus superiores lo sucedido.
El día siguiente significo
para San José una luctuosa fecha de duelo y tragedia, pues los chilenos
enfurecidos vengaron la muerte de sus compañeros con verdadero salvajismo y
bestialidad quemando la población, profanaron el sagrado templo y capturaron a
muchas personas visibles, sumiendo a sus pobladores en el dolor de la desesperación.
Los chilenos llegaron a Ventarrón,
entrevistándose con don José Gregorio para preguntar por su hijo Pedro, que era
patrón de Terrones y al no hallarlo le dijeron: “ A su hijo le tenemos ganas,
por que anda soliviantando a la gente contra nosotros y hasta se nos ha
enfrentado con armas.”; y antes de retirarse lo notificaron a Don José Gregorio
para que de no aparecer su hijo, se
presentase el a la Comandancia chilena en San Pedro.
Al saber Don Pedro Ríos de
esta amenaza a su genitor, se presentó ante el Comandante Arellano. Con firmeza
le expuso al jefe chileno la triste situación de San José, los padecimientos de
sus pobladores la cruel venganza de los
soldados; y a actitud sumamente enérgica y decidida de Ríos sin motivo para que
fuera arrestado y le dio el plazo de cuarentiocho horas para que hiciera venir a
Terrones sino el seria fusilado y aunque Ríos conocía el escondite del fugitivo
sin embargo su sangre de patriota su indignación y el desprecio por su vida
hicieron que les dijera: “Puedes
fusilarme“.
El distinguido ciudadano Don
Nicanor de la Fuente, de moderado carácter, que gozaba del aprecio de Arellano,
influyó para que la situación del preso no se agravase, ofreciendo su garantía
personal, logrando ablandar al impetuoso militar chileno y consiguió la
libertad. Pero Terrones que se había enterado del peligro que corría su querido
patrón se presentó ante las tripas chilenas y podio hablar con el jefe, a quien
manifestó con toda valentía: “Aquí estoy-dijo con arrogante voz-yo soy Terrones
y pueden libertar a mi patrón”. Al increpársele por haber dado muerte a los tres
soldados enemigos, les respondió. “Si no hubiera sido soldados sino oficiales como
ustedes, también los hubiera matado”.
Juzgado sumariamente fue
condenado a muerte, preparando el fusilamiento teatralmente pues fue paseado por la Calle Real, con un piquete de
soldados en formación, que seguían la marcha al lúgubre compás de un tambor que
anunciaba el triste fin de nuestro valiente comprovinciano con el fin de infundir mayor pánico a la población
se le había colocado un afrentoso letrero. El desfile llego a la Plaza de
Armas, donde fu leída la cruel e inhumana sentencia, conducido al puente cerca
del Cementerio se le fusilo, despertando la admiración de los mismos chilenos por
la serenidad el valor de la víctima, llenando
de indignación y consternación a todos los pobladores de nuestra ciudad.