lunes, 18 de julio de 2016

LA PARTICIPACIÓN DE LOS HIJOS DE LA PROVINCIA DE PACASMAYO EN LA GUERRA DEL PACIFICO.

Unos de los trabajos que se presentó al Concurso Histórico convocado por la Asociación Cultural de San Pedro, relacionado con la actuación de los pacasmayinos en la guerra del 79 fue: “LA PARTICIPACION DE LOS HIJOS DE LA PROVINCIA DE PACASMAYO EN LA GUERRA DEL PACIFICO”, firmada por  “Filos Historicus” seudónimo que identifico a Enrique Calderón Arias.


EL ACORAZADO BLANCO ENCALADA FRENTE A LAS COSTAS DE PACASMAYO
En una mañana del mes de Junio de 1879, se divisó frente al puerto de Pacasmayo, la silueta de un buque de guerra y el entonces Alcalde de Pacasmayo, Don Roberto Tillit, conductor de la Hacienda Chafán, sostuvo que era el acorazado Blanca Encalada, una de las más  fuertes unidades navales del país araucano; noticia que como un reguero de pólvora se extendió por todos los distritos de la provincia, despertando un fervoroso patriotismo y una decisión de defender a la provincia de una probable invasión, formándose con todo entusiasmo cuerpos de tropas constituidas de la siguiente forma:  el Alcalde Tillit reunió un pelotón de 50 hombres, Don José Goyburo, Hacendado de Calera y Cafetal llego con 500 hombres de Chepén, Guadalupe y Pueblo Nuevo, Don Julio Montenegro, acomodado comerciante  (San Pedro de Lloc) reunió 100 hombres, a la vez  a la cabeza de los cuales estaba él como primer jefe, como segundo Don Fidel Ugaz y como tercero Don Fidel Arístides Ulfe; todos estos cuerpos de tropas estaban imbuidos de su amplio espíritu de lucha pero desgraciadamente estaban sin armas sin ninguna preparación, sin recursos, carente de organización militar, eran pues grupos de hombres desbordante de fervor patriótico, consiente del sagrado deber de defender el suelo partió ante la amenaza del invasor chileno. El desaparecido escritor sampedrano, Don Pedro Vertiz Dávila en un interesante artículo nos dice “…..unos con revólveres, otros con carabinas de salón, tales con piedras, tales con machetes, estos con formones de carpinteros, esos con palos y aquellos con nículas de arriar piajenos atravesaban con aires marciales y al compás de marchas guerreras, las calles de nuestros distritos provinciales, delirantes de entusiasmo cívico, lanzando vítores  y vivas al Perú y muestras de condenación al enemigo. Hermosas y gallardas, ondulaban entre las masas aglutinadas, las banderas rojas-blancas de la patria, mientras se oían tremantes de valor y entusiasmo las arengas de famosos oradores cívicos en esquinas y plazas”.
Todos estos grupos de “troperos”, mal  armados  y bajo la guía de hombres civiles, sin más pericia que la noble voluntad de luchar, sin más armas que su patriotismo y valor se concentraron en San Pedro de Lloc y de donde se dirigieron al Puerto de Pacasmayo con la valiente resolución de impedir el desembarco de los rotos del Blanco Encalada.
Este grupo de “troperos” que formaban el Batallón “Pacasmayo” llegaron al Puerto de Pacasmayo al atardecer de un día de Junio de 1879 y al acercarse a la playa entre la niebla que envolvía al mar, vislumbraron la figura del Blanca Encalada. Los más aguerridos del Batallón, encabezados por el Alcalde Tillit, avanzaron hasta el muelle para enfrentarse al enemigo que se creía iba a desembarcar, mientras que otros con las armas listas y depuestos a entablar combate, ocupaban la población; pero el barco de guerra, tras una observación del litoral zarpo de la bahía pacasmayina rumbo al sur.

BATALLAS DE SAN JUAN Y MIRAFLORES
Debemos de ocuparnos de estos dos importantes hechos históricos de elevado patriotismo, porque en esas acciones bélicas la Provincia de Pacasmayo tuvo una modesta pero sublime participación por la decisión heroica de un grupo de jóvenes que imbuidos de un verdadero amor por su patria intervinieron en esas acciones y muchos de ellos ofrendaron sus vidas, siendo pues héroes nacionales que se debe ineludible recordar.
Desaparecida nuestra fuerza naval con el sacrificio de Grau, se inició la invasión del territorio y después de las gloriosas batallas de Tarapacá, San Francisco, El Alto de la Alianza y Arica, las tropas chilenas desembarcaron en Lurín ocupando el Valle de Lima, al mando del general Baquedano.
Don Nicolás de Piérola con el Ministro de Guerra don Manuel Iglesias organizaron en la mejor forma la resistencia, a fin de impedir la ocupación de Lima, que era el más ansiado objetivo del invasor, produciéndose primero la batalla de San Juan el 13 de Enero de 1881 y la de Miraflores, con sus heroicos reductos el 15 del mismo mes. En la primera acción los peruanos pelearon con admirable decisión, pero el desconcierto de nuestro comando y la superioridad bélica causaron la derrota que termino con la ocupación de Chorrillos y Barranco que fueron saqueadas e incendiadas por las desenfrenadas tropas invasoras y la depredación de objetos de arte y de valor que encontraron en las lujosas mansiones.
Pero esta derrota no alcanzo hacer decaer el valor de nuestros bravos soldados que reorganizándose formaron un batallón con el resto de tropas y muchos ciudadanos voluntarios de Lima, constituidos por estudiantes universitarios, jornaleros y artesanos que acudieron a ofrecer  su sangre en aras del honor y la seguridad de la nación. En esta batalla es de destacar la participación del valeroso Coronel sampedrano Don Augusto Barranachea que había formato el Batallón Voluntarios de Pacasmayo, en el que estaban los guadalupanos Pablo Deza, Ruperto Condemarin, Wenceslao Castañeda, Valentón Arancibia, Patricio Robles, los Capitanes Augusto Rivasplata y Manuel Montoya, el Sargento José Mercedes Sierra; y los de Pueblo Nuevo Trinidad Tolentino, José Pineda, Manuel Mayorga y N. Balarezo. En el Morro Solar lucharon con denuedo Don Ezequiel Balarezo Licera que al ser aniquilada su división fue tomado prisionero y enviado a Chile; el Teniente del Batallón “Unión”, Don Gregorio Balarezo fue gravemente herido, murió en un hospital de Lima. Es de relievar que en la Batalla de Miraflores intervino la flor innata de la juventud limeña que con el fusil en la mano lucharon valientemente y debemos decir juventud y niñez porque grupos escapados de los colegios acudían al lugar de los acontecimientos, pidiendo servir de algo en el frente glorioso. De esta Batalla alguien ha dicho, con mucha razón que “Miraflores fue una reunión de improvisados, de bisoños, con armas que empuñaban por primera vez; eran niños y jóvenes, así mismo hombres maduros y hasta viejos que se habían dado cita en el campo del combate con la convicción de que no iban a ganar esta Batallas. Se juntaron, pues, para morir en servicio de su patria y esto es lo mejor que se puede decir de estos valientes peruanos.
En la Batalla de Miraflores el ejército y el pueblo lucho con tanta valentía y amor patriótico que por dos veces el enemigo estuvo a punto de reembarcarse, pero la falta de refuerzos y la carencia de armamento hizo ceder a los defensores; muriendo en esta acción con todo heroísmo los patriotas Faning, Arrieta, La Colina y muchos otros valientes, sobre cuyos cadáveres pasaron los chilenos para ocupar la Capital el 17 de Enero de 1881. En esta acción se distinguieron nuestros comprovincianos el joven universitario Urbano Balarezo que se presunto voluntario, Román Balarezo Carbajal, y el estudiante de media Manuel Reaño que formo parte de la reserva, todos naturales de la ciudad de Guadalupe.


DESTACADA PARTICIPACIÓN DE LA PROVINCIA DURANTE LA CELEBRE EXPEDICIÓN DE PATRICIO LYNCH.

A consecuencia de la derrota de nuestra marina, el gobierno de Chile encomendó al entonces capitán marino Patricio Lynch Sotomayor, la operación bélica contra el litoral peruano en el año 1880. Este militar Chileno de muy triste recordación pues su innoble actuación ha sido con mucha razón cuestionada, incluso por historiadores  chilenos, algunos de los cuales lo llamaron “PIRATA”, por su barbarie e insania, ya que cometió las más bárbaras depredaciones, bombardeando poblaciones indefensas como Chimbote, Paita y otros lugares, ordenando la muerte de personas civiles y destruyendo implacablemente fábricas y valiosas plantaciones; el historiador peruano Paz Soldán denomina a esta campaña la “expedición de merodeo”; y el historiador chileno Jorge Inostrosa dice “Lynch con frialdad absoluta ordeno incendiar plantaciones, comenzó a golpear por los Departamentos norteños del Perú, llevando la antorcha incendiaria que esgrimía con rigurosidad terrorífica, este hombre que por estos hechos merece el apodo de “Príncipe Rojo

La noticia de la llegada del terrible Lynch a nuestra provincia causo enorme sensación de pánico, porque se tenía noticias de la terrible actuación de este Atila Chileno; por lo que muchas familias huyeron a la sierra de Contumaz de Cajamarca, salvándose así mujeres, ancianos y niños de los desmanes de la soldadesca chilena. Algunos familiares se refugiaron en la amplia casa de Don Enrique Dupuy, súbdito francés; mientras que los hombres aptos se alistaban con entusiasmo y decisión a las tropas de combate; fueron valientes que formaron grupos guerrilleros y las madres, los ancianos y los niños ofrecían a su partía mancillada y caída la bella ofrenda transida de dolor de sus oraciones; en fin, todos ellos héroes sin monumento, filántropos sin placas de bronce y ni siquiera el nombre de ellos dado a una plaza a una calle.
Patricio Lynch llego a San Pedro con su fuerza de ocupación; y al buscar una casa donde establecer su residencia particular tuvo la grata sorpresa de encontraste con su antigua AMA DE LECHE que tuvo en su distante país, siendo inexplicable cual fue el destino que influyo para que estos dos seres separados por la nacionalidad, el tiempo y la distancia se encontraran en nuestro apacible pueblo (San Pedro de Lloc). Esta humilde mujer indígena que era conocida con el apodo de “La Chorrillana”, vivía en una casa de la Calle Abtao, donde con toda satisfacción Lynch se alojó.
Establecido Lynch en San Pedro, fue encargado de entenderse con el jefe Chileno, el entonces Alcalde don Julio Montenegro, que tan noble como importante participación le cupo tener en estos difíciles como dolorosa circunstancia que demostraron su amplio espíritu generoso y su entrañable cariño por su pueblo natal; y como era su norma , el jefe chileno inicio su actuación imponiendo onerosos cupos, tributos y resoluciones, dictando medidas drásticas contra haciendas, personas e instituciones que gravaban en forma intolerable a toda la población de la provincia.
A la víspera de la llegada de la expedición de Lynch, fue nombrado un nuevo personal municipal, de la que fueron miembros don Julio Montenegro, Alcalde, don Remigio Saco y don Ricardo Desmaison, lo que de común acuerdo resolvieron proporcionar al enemigo víveres, pastos y vituallas a fin de evitar en lo posible funestas represalias y violencias.
A los dos días de su llegada Lynch le comunico que se había impuesto a la ciudad un cupo de dos mil libras peruanas, cantidad que por gestiones de Montenegro fue rebajada a mil libras, pues le manifestó que era lo máximo que podía conseguirse de una   población joven; suma que fue reunida con el aporte generoso de los ciudadanos y firmas comerciales y agrícolas que aparecen en la relación siguiente:

Flores y Neyra
 400.00 Lp
Adriano Saavedra
 200.00 Lp.
Manuel S. Vertiz
 150.00 Lp.
Remigio Saco
 110.00 Lp.
Miguel Venturo
  60.00 Lp.
Julio Montenegro
  50.00 Lp.
Vertiz Hnnos.
  40.00 Lp.
Total
1009.00 Lp.

Suma que recibió Lynch el 13 de Octubre de 1880, conforme documento presentado por el mismo Sr. Montenegro.
Para proveer de víveres para el sostenimiento de las tropas invasoras se colecto las siguientes sumas:

Casimiro Rázuri
 3,000.00 Lp.
Nicasio Tillit
 1,200.00 Lp.
Carlos Gonzales
 1,200.00 Lp.
Pedro Fuxá
   600.00 Lp.
José Mendoza
   600.00 Lp.
Vicente Neira
   300.00 Lp.
Francisco Arias
   600.00 Lp.
Esteves Hermanos
   300.00 Lp.
José La Madrid
   600.00 Lp.
Ricardo Desmaison
   300.00 Lp.
José A. Rázuri
   170.00 Lp.
Julio Montenegro
 1,319.20 Lp.
Total
10,189.20 Lp.
Con el total de estas sumas se compraron harina, arroz, sal, aceite, azúcar y reses.



AMENAZA DE LA DESTRUCCION DEL MUELLE DE PACASMAYO.

Asimismo, Lynch impuso un cupo al Puerto de Pacasmayo de Diez mil soles y si esa suma no era abonada en el plazo señalado se procedería  a la destrucción del muelle; suma que era producto se su sed de rapiña que le caracterizaba y que para nuestro puerto era excesiva y gravosa para su incipiente economía.
En vista de esto el ciudadano americano Benjamín Kauffmann, que era gerente de la empresa del Ferrocarril,  llevado a su profundo cariño del pueblo donde residía y a su alto espíritu de colaboración filantrópica se constituyó ante el Capitán Lynch, acompañado del Señor Julio Montenegro, los que sostuvieron por largo tiempo una entrevista, haciéndole ver la monstruosidad de su amenaza y de que el cupo era muy superior a las posibilidades económicas del puerto; pero el jefe chileno no quiso ceder, exigiendo los Diez mil soles o se procedía a dinamitar el muelle y entonces Mr. Kauffmann, en un rasgo de inolvidable generosidad abono con su propio peculio la suma demandada, satisfaciendo así las bajas pretensiones del invasor, salvando una obra de tanta utilidad y comprometiendo por siempre la gratitud de toda la provincia. Se dice que la esposa del salvador del muelle.
Al alejarse Lynch de la Provincia, dejando en esta tierra ingratos recuerdos, llevó en su mente la presencia de dos hombres amantes de la región, Donde Julio Montenegro y Don Benjamín Kauffmann, escribiendo varias cartas al primero desde Malabrigo y la Viñita, en la que lo tildaba de “patriota alcalde” y “abnegado ciudadano”, documentos que son verdaderos tesoros históricos que serían necesario investigar su paradero.

OCUPACION DE LA PROVINCIA POR TROPAS CHILENAS

Las tropas de ocupación Chilena llegaron al territorio provincial el año de 1881 a órdenes  del  Coronel Villarreal y otros jefes; tropas que actuaron en forma vandálica. Pues la soldadesca incontrolable y en la mayoría de los casos en estado de completo embriaguez, salían a las calles y campos a cometer robos, violaciones y execrables abusos con la gente humilde.
De esta actuación nos remitimos a los datos históricos, suministrados en artículos por nuestro recordado intelectual Pedro Vertiz Dávila, publicados en el diario la Unión de Pacasmayo, en uno de los culés nos refiere lo siguiente:
“No era extraño ver como por la barriada de la calle Grande los rotos reclutas pasaban su corto y curvoso cuchillo, llamado corvo por entre las cañas de las quinchas como los dedos por las cuerdas de una guitarra y en actitud amenazante pretendían escalar los muros y abrir las puertas, a la voz de:
“Mira que niño...............
“Asaltaban los huertos, robaban los frutos, los animales y el ganado; así se recuerdan como cortaban la caña de azúcar del fundo La Sexta cerca de la población, exclamando:
“Por la grande y reverenda que hasta los palitos del Perú son dulces..................
“La reacción inmediata y natural de los pobladores ante tales desmanes y atropellos que no solo iban contra el patrimonio y los bienes de los pobladores, sino también lo hacían en agravio del honor de sus mujeres, madres e hijas, levanto una ira de intenso fervor patriótico contra el invasor odioso y ultrajante, despertando la resistencia de los Sampedranos.
“Conocida era la posada de la famosa picantería LA MOÑONA, donde en medio de la embriague del sarape y marine a, los peruanos de San Pedro vengaron los ultrajes de la soldadesca invasora, dejando los restos de muchos rotos que cada noche no regresaban ni pasaban lista en el cuartel.
“De la misma manera, eran teatro de iguales hechos las picanterías y posadas que en la campiña y en los caseríos eran visitadas por las tropas chilenas que beodas y agresivas cometían atropellos y desmanes contra las pobres gentes.”.
Es digno de anotar que entre los sangrientos hechos cometidos por la soldadesca chilena, tenemos que mencionar el episodio que tuvo lugar en el puente de Cala, cerca de Chocofán en el que perdieron la vida el agricultor Señor A. Perales, su hijo y el negro caporal que lo acompañaban. Se cuenta que a las 7 de la noche de un día de 1882, cuando regresaban de sus habituales tareas agrícolas, los mencionados Señor Perales y su Caporal fueron asaltados por diez soldados chilenos, completamente embriagados, profiriendo soeces interjecciones  les arrebataron sus alforjas, golpeándolos, derribándolos y luego de amarrarlos con sus cabrestos los sumergieron en la acequia de la toma de Cala, con la clara intención de ahogarlos.
Al retirarse llevándose las bestias, un chileno dijo: “Llevemos la yegua niño, pero dejemos al cholo pué.......”, “Puede que nos conozcan dijo otro; entonces el sargento que los mandaba, con aspecto de vaporino y de torva mirada enrojecida por el alcohol ordeno:
“Despachemos a lo niño pué........
Y una cerrada descarga de fusilería cayó sobre los indefensos y ya mal heridos cuerpos de la prisioneros que estaban ahogándose en las aguas de la acequia; muriendo instantáneamente los Sres. Perales y al retirarse los chilenos el caporal empezó a gritar uno de los agresores al Orden de córtale la jeta al cholo, saco su afilado corvo  y le cercenó ferozmente la lengua.
En recuerdo de este triste episodio, sangriento y deplorable, posteriormente fue colocado sobre un pedestal de piedra una cruz como un símbolo cristiano de tan luctuoso suceso que dejó profundas huellas en el espíritu de la población.
Es justo anotar también, que durante la ocupación los chilenos hicieron alguna obras positivas de bien social, que como hechos históricos es deber resaltar y reconocer; es así que a muchos de los pobladores de esta ciudad les obligaron a ejecutar “trabajos forzados” que tenían como fin la refacción de la Plaza de Armas, la pavimentación y empedrado de algunas calles, la restauración de los centros escolares y la construcción del tranvía, jalado por mulos y su respectiva línea férrea que unía la ciudad con la estación del ferrocarril, que los chilenos en recuerdo de una ciudad de su país llamaron “Coquimbo”, que posteriormente siguió prestando servicios hasta que fue suprimido con la construcción de la carretera panamericana.
Los Chilenos, sin embargo y en forma negativa, siguieron con sus acciones despóticas, desarrollando una política de maltratos y tiranía, contra los vencidos, exigiéndoles sumisión y acatamiento humillante, como imposiciones crueles y sanguinarias de los fusilamientos, saqueos, incendios y abusos contra la inerme población, la que con energía valerosa y eminentemente patriótica mantenía la resistencia contra el odioso invasor.
El ya mencionado Vertiz D., nos relata lo siguiente:
“Cierta vez la fuerza de la artillería Chilena, al mando del Capitán Fuenzalida, hacían ejercicios en la Plaza de Armas de la ciudad, y su jefe quiso presenciar a sus tropas desde el corredor de la casa de la familia Vertiz Cáceda, situada en dicho lugar; mas al llegar el jefe Chileno, algunos familiares que presenciaban las maniobras de los soldados desde una de las ventanas, se retiraron hacia el interior; razón por la cual, el Capitán Gonzalo Fuenzalida, por susceptibilidad y ufanía, se sintió ofendido y abriendo violentamente la mampara de la casa se dirigió a Don Pedro Vertiz Cáceda, que en esos momentos leía tranquilamente sentado en un sillón y le dijo:
Señor, muchas gracias...............eh!
“Al día siguiente fueron notificados por los jefes de la guarnición los hermanos señores Pedro y Federico Vertiz Cáceda para que respondieran de supuesta faltas de consideración y atención en agravio de la oficialidad invasora; y el jefe sentencio:
“En adelante deben poner asientos y atender inmediatamente a los oficiales que lleguen a la casa”
“Sabemos que la medida no tuvo cumplimiento; aun cuando la banda de músicos de la guarnición dieron retretas los Domingos y fiestas al lado del referido  corredor de la casa de los Vertiz, costumbre que perduro con la banda de músicos locales.

HEROÍSMO Y MARTIROLOGIO DE LOS HERMANOS ALBÚJAR Y MANUEL GUARNÍS
(VER  RASGOS DE LA VIDA Y ACCION  HEROICA DE LOS HERMANOS FERNANDO ALBUJAR, JUSTO ALBUJAR  Y MANUEL GUARNIZ)

DOS GRANDES SANJOSEFANOS DE NOTABLE PARTICIPACIÓN EN LA GUERRA DEL PACIFICO.

DON PEDRO RÍOS YEPEZ.
Nos toca ahora ocuparnos de una notable y destacada  personalidad de esta provincia, que tuvo una importante actuación durante la ocupación chilena en nuestra región nos referimos a Don Pedro Ríos Yépez, que nace en San José el 15 de Abril de 1854; su Padres fue Donde José Gregorio Yépez, rico hacendado, propietario de los fundos Ventarrón, Vista Alegre y la Campanita, quien se preocupó de dar a su hijo una esmerada educación, enviándolo a la acreditada escuela de San Pedro, dirigida por los notables educadores Don Antonio Gil y Don Emilio Gastelmundu y posteriormente lo hizo estudiar su instrucción media en el famoso Convictorio Carolino semillero de destacados espíritus de tan importancia figuración de nuestra historia nacional.
Cuando tenía 21 años, Don Pedro regreso al terruño nativo dedicándose a la agricultura y arrendando La Hacienda Ñampol, en sociedad con su entrañable amigo Eliseo Salcedo Ruiz; transcurriendo su vida en las faenas agrícolas, paseos y reuniones sociales, distinguiéndose como un joven emprendedor decidido en sus acciones y que siempre respetaba la palabra dada, de un carácter combativo y con todo entusiasmo se entregaba a la acción más anegada.
Desde el inicio de la guerra con chile, en plena juventud, Donde Pedro exteriorizaba su espíritu patriótico, manteniendo su decisión de defender a la patria y expresando su justa indignación por los reveses y bajamenes que sufría nuestro país por las huestes invasoras. Cuando las tropas chilenas llegaron a esta provincia, que estuvieron comandados por varios jefes que sucesivamente actuaron, como el Mayor Exequiel Villarreal, el Teniente Fuenzalida, Carballo, Arellano y otros, todos los que en su plan vandálico imponían cupos a los hacendados y personas acomodadas, creando una difícil situación en toda la provincia.
Cierto día, Don Pedro supo que un pelotón del batallón Buin, se dirigía de Guadalupe a San Pedro, por lo que reunió a sus amigos Eliseo Salcedo, Antonio Saavedra, Santiago Cerna, Manuel Collao, Roberto Luna y otros entusiastas  y patriotas jóvenes, que montados en brillosos caballos, acordaron esperar a los Chilenos en el portachuelo de Vista Alegre, para atacarlos. Llegados se emboscaron en la parte más estrecha del portachuelo, donde al aparecer el pelotón de 50 soldados fueron recibidos a balazos. Don Pedro que montaba un caballo muy brioso que al oír el ruido de la fusilería se encabritaba y no dejaba a su dueño a ser blanco, por lo que este se bajó de la bestia para seguir valientemente en la lucha, pero los chilenos retrocedieron y se dieron a la fuga, encontrándose don Pedro que se había adelantado mucho, completamente solo y sin montura, pues esta había huido dirigiéndose a Ventarrón, Don José Gregorio al ver llegar al caballo sin su jinete, exclamo: “Ya mataron a mi hijo”, disponiéndose a ir a buscarlo, pero al poco rato entraba su hijo a pie  y con todo entusiasmo le conto a su genitor lo que había sucedido, montando a caballo para dirigirse a Ñampol donde residía.
Se cuenta que un dúa, que en el corredor de la Hacienda Ventarrón Don José Gregorio tenía en la “Barra”, medio en que se castigaba a los peones, a uno de ellos que se había insolentado, cuando llego a caballo y completamente embriagado un soldado Chileno, preguntando el porqué del castigo y enterado saco el fusil con el fin de matar al infeliz peón; alegando que en su país se procedía así con los que cometían esas faltas; pero Don José Gregorio se opuso, entablándose una discusión, cuando Don Pedro llego quien enterado de lo que pasaba y para alejarlo, lo invitaba tomar una copa de San José, el soldado acepto y los dos montaron en sendos caballos dirigiéndose al pueblo, pero al pasar por el cerro que esta frente a Vista Alegre, Ríos que se había adelantado oyó rastrillar de arma y volviéndose se encontró con que el chileno le apuntaba con su fusil para asesinarlo vilmente; Don Pedro magnifico chalan espoleo su caballo con mucha rapidez, abalanzándose contra el malhechor trabándose en: una feroz lucha por la posición del arma, llegando a dominar al soldado; siguieron a San José y al llegar cerca del cementerio, avistaron a un pelotón chileno al mando de un oficial, al verlos el soldado dijo: Suélteme ahi viene mi “jefe” don Pedro se acercó al oficial y le explicó lo sucedido, respondiéndole este: “se ha escapado Ud. gracias a su valor, de las manos de un asesino, que para ingresar al ejército ha salido de la cárcel“, ordenando al inferior unirse al pelotón al final de la fila; y se dirigieron al pueblo siguiendo Ríos en compañía del jefe por un trecho, cuando una bala paso silbando entre los dos; el roto asesino había disparado para matarlos a los dos. El oficial dio Orden de amarrarlo y que lo condujeran a San Pedro.


EPISODIO DE FERNANDO TERRONES.

En el año de 1881, este humilde peón, heroico Sanjosefano, escribió una gloriosa página de patriotismo en nuestra historia y en ella cúpole a Don Pedro Ríos una destacada como humanitaria actuación.
Como la mayoría de las tropas chilenas de ocupación eran de caballería para la mantención de los caballos eran conducidos, por turnos, a los pastos del Valle. En uno de esos turnos le toco a la campiña de San José donde llevaron las bestias y cuatro soldados se quedaron para cuidarlos; por turnos, y como el pueblo estaba cerca la mayor parte del día  se la pasaban bebiendo licor en las cantinas del poblado y casi de noche un día regresaron a los alfalfares; pero viendo en las cercanías una humilde vivienda ocupada por la madre de Fernando Terrones y su hermana Luisa las atacaron con el infame fin de violarlas. Las dos mujeres se defendieron valientemente ante el cobarde ataque y lanzaban gritos de auxilio que felizmente fueron oídos por Fernando que trabajaba en un terreno cercano. Cuando acudió en auxilio de sus familiares, al presenciar la terrible escena, lleno de justa indignación, armado de un machete ataco a los cobardes malhechores, logrando matar a tres, escapando el cuarto que fue a San Pedro donde puso de su conocimiento a sus superiores lo sucedido.
El día siguiente significo para San José una luctuosa fecha de duelo y tragedia, pues los chilenos enfurecidos vengaron la muerte de sus compañeros con verdadero salvajismo y bestialidad quemando la población, profanaron el sagrado templo y capturaron a muchas personas visibles, sumiendo a sus pobladores en el dolor de la desesperación.
Los chilenos llegaron a Ventarrón, entrevistándose con don José Gregorio para preguntar por su hijo Pedro, que era patrón de Terrones y al no hallarlo le dijeron: “ A su hijo le tenemos ganas, por que anda soliviantando a la gente contra nosotros y hasta se nos ha enfrentado con armas.”; y antes de retirarse lo notificaron a Don José Gregorio para  que de no aparecer su hijo, se presentase el a la Comandancia chilena en San Pedro.
Al saber Don Pedro Ríos de esta amenaza a su genitor, se presentó ante el Comandante Arellano. Con firmeza le expuso al jefe chileno la triste situación de San José, los padecimientos de sus pobladores  la cruel venganza de los soldados; y a actitud sumamente enérgica y decidida de Ríos sin motivo para que fuera arrestado y le dio el plazo de cuarentiocho horas para que hiciera venir a Terrones sino el seria fusilado y aunque Ríos conocía el escondite del fugitivo sin embargo su sangre de patriota su indignación y el desprecio por su vida hicieron que les dijera:  “Puedes fusilarme“.
El distinguido ciudadano Don Nicanor de la Fuente, de moderado carácter, que gozaba del aprecio de Arellano, influyó para que la situación del preso no se agravase, ofreciendo su garantía personal, logrando ablandar al impetuoso militar chileno y consiguió la libertad. Pero Terrones que se había enterado del peligro que corría su querido patrón se presentó ante las tripas chilenas y podio hablar con el jefe, a quien manifestó con toda valentía: “Aquí estoy-dijo con arrogante voz-yo soy Terrones y pueden libertar a mi patrón”. Al increpársele por haber dado muerte a los tres soldados enemigos, les respondió. “Si no hubiera sido soldados sino oficiales como ustedes, también los hubiera matado”.
Juzgado sumariamente fue condenado a muerte, preparando el fusilamiento teatralmente pues fue  paseado por la Calle Real, con un piquete de soldados en formación, que seguían la marcha al lúgubre compás de un tambor que anunciaba el triste fin de nuestro valiente comprovinciano  con el fin de infundir mayor pánico a la población se le había colocado un afrentoso letrero. El desfile llego a la Plaza de Armas, donde fu leída la cruel e inhumana sentencia, conducido al puente cerca del Cementerio se le fusilo, despertando la admiración de los mismos chilenos por la serenidad  el valor de la víctima, llenando de indignación y consternación a todos los pobladores de nuestra ciudad.