martes, 16 de febrero de 2016

PABLO EDMUNDO CÉSPEDES

ROMANCE  DEL TAMARINDO

Alto, corpulento, enhiesto,
tocado por fronda espesa,
cual vigía que avisará
el destino de la aldea,
se erguía hace años un bello
tamarindo allá en mi tierra,
la señorial Guadalupe,
para mí muy predilecta
bonancible como el hombre
de una límpida conciencia.

Este árbol de ilustre alcurnia
nacido en remota época,
estaba ubicado al centro
de la polvorosa alameda
que da acceso a mi pueblo
por la Calle “Ladrillera”;
y a un costado se veía
La Tina, una hermosa huerta
donde hallaron puros goces
mi niñez y adolescencia;
pues bajo su fresca sombra
con otros mozos en rueda
me entregué a festivos goces
de una dicha verdadera.

Lazo de amor que el pasado
vinculó a la edad moderna,
reliquia que nos legara
la Madre Naturaleza
para rendir homenaje
a aquella extinguida era
y afirmar en el espíritu
el afecto a nuestra tierra;
ese árbol debió cuidarse
con el celo y reverencia
que merecen los valores
de un pasado de grandeza;
mas, ¡ error incomprensible !.
Fruto de extraviada idea,
este altivo Tamarindo
que ayer nuestro orgullo fuera,
por criminales hachazos
fue echo un montón de leña,
pagando así sus servicios
con ingratitud artera.

Pobre Tamarindo mío
de tradiciones emblema,
¿Qué delito cometiste
para sufrir tan vil pena?
Descansa en paz y perdona
aquella inconsciente ofensa
y recibe en estos versos
mi humilde y póstuma ofrenda.



LA TINA

Un poco más allá rústica entrada
acceso da a la Tina, huerta hermosa
do de ordeñó lanzó leche sustanciosa
Y se dio la rica fruta sazonada;

Allí se veía la casona amada
que cobijó mi infancia venturosa,
donde el ensueño de color de rosa
arrulló de mi vida la alborada;

más ahora al transcurso de los años,
que deparan sus fríos desengaños,
la solariega casa se ha extinguido,

cual se esfuma en la vida transitoria
poder, belleza, juventud y gloria
bajo las sombras del eterno olvido.





EL TAMARINDO

Situado de mi pueblo hacia la entrada
luengos años mostró su lozanía,
y en su fronda de hermosa simetría
ricos frutos brindó a la muchachada;

cuantas veces mi infancia alborozada
única dicha en la existencia impía,
en medio de jovial garrulería,
gozó el encanto de su sombra amada.

Hoy ya no existe; el hacha aborrecida
rasgó sus fibras, agotó su vida
e hizo leña de su tronco inerte,

cual del humano ser rudo destino,
que no es más que doliente peregrino

expuesto a los embates de la muerte.


Pablo Edmundo Céspedes
Cardos y Malezas Poesía y Prosa.

Pacasmayo 1945.




PABLO EDMUNDO CESPEDES
Escritor y Maestro

Lo conocimos el año 94, cuando tendría 20 años y nosotros 14, en Guadalupe su pueblo natal, con su libro bajo el brazo y un cartapacio del diario “El Comercio” de Lima. Eximio devorador de libros. Caminaba con prosopéyico aire de “doctorcito o con tono de pedagogo”. Leía con gran sed de saber los editoriales de dicho diario. En ese entonces hacía “pininos” de periodista en el seminario “El Ferrocarril” de Guadalupe, que dirigía y editaba su padre. Era también corresponsal o colaborador del periódico “El Pueblo” de San Pedro, publicación semanal, dirigida por el doctor José del Carmen Araujo periódico sucesor del Semanario “El Demócrata”. Su padre, creo que también fue colaborador de esta publicación sampedrana; en la época en que estuvo en la dirección a cargo del sobrino del fundador, Don Ezequiel Gonzales Cáceda, poeta y literato pacasmayino; pues el fundador de dicho periódico “El Ferrocarril” de Guadalupe de fundación más antigua que “El Pueblo” de San Pedro; pero ambos periódicos vivieron más o menos en una misma época, en la que, desde entonces, 1890, más o menos, el diario limeño “El Comercio” como gran rotativo sostenido por los ricos aristócratas de la Capital, a cuyo servicio político estaba, como hasta hoy, ejercía una gran influencia preponderante sobre la opinión pública en provincias y, por consiguiente, era el modelo orientador periodístico de todos los periodicos provincianos, que no hacián si no seguir y expresar esa misma opinión intelectual del pensamiento de la inevitable influencia preponderante de gran diario “El Comercio”. Estos periódicos de formato pequeño en provincias y de aliento intelectual, también limitado, tenían que actuar, muchas  veces, sin darse cuenta de ello, como una especie de satélites del formidable diario capitalino.
La influencia intelectual del gran diario limeño en esta provincia, era de tanto sentido y extensión general, que todos tenían, necesaria e inevitablemente, que conformar su concepto y opinión de las cosas políticas, y de todo, a la de El Comercio, que era como la Biblia o El Corán de nuestros pueblos.
Los viejos de Guadalupe de entonces, los Domingos y días de fiesta, se hacían leer El Comercio en los patios asolados de sus casas, o en los portales de la Plaza Principal del pueblo. El joven don Pablo Edmundo Céspedes tal vez cuando tenía 18 años, era uno de esos buenos lectores escogidos y preferido por los ancianos de esos venerables cenáculos. Algunos años antes el preferido de esa lectura de que tanto aprovechaban los viejos guadalupanos, Don  Manuel Banda, Don Lucas Deza, Don Tomás Lafora, Don José Bernardo Goyburo, Don Lorenzo Rázuri y otros, era Don Fernando Campos, padre del que escribe estas líneas que cuando muy joven aún se estableció en Guadalupe. El joven Don Pablo Edmundo con estas lecturas colectivas, que estimulaban más su afición por el estudio, se sentía crecer intelectualmente rodeado de sus oyentes venerables y alternando en la conversación con ellos.
El diario El Comercio en esos tiempos, poco antes y después de la guerra con Chile, se había pues conquistado los prestigios y las virtudes de Don Sábelo Todo. De modo que cuando en alguna discusión dialéctica y agitados sobre cualquier materia histórica, científica, y sobre todo política, algún joven resultaba vencedor de los viejos, con su opinión, los vencidos atacaban diciéndole: “¡Calla muchacho, que puedes saber tu que no has leído “El Comercio”!. Y ciertamente que no era tan fácil entonces leer el “El Comercio”, porque la suscripción era muy cara, y los periódicos venían por vapor, cada quince días, o cada mes. Por eso en cada pueblo había muy pocos suscriptores: dos o tres a lo más; de los que era difícil conseguirlos prestados.
En esa época se iniciación y dio sus primeros pasos el joven Don Pablo Edmundo Céspedes, no sólo como escritor sino también y, al mismo tiempo, como maestro de escuela. En ambas actividades intelectuales recorrió todos los pueblos o ciudades de esta provincia. Colaboró en la fundación de varios periódicos provincianos y fundó en Pacasmayo la revista “El Recreo del Hogar”, en la que colaboramos también nosotros; revista literaria que duró algún tiempo. Y no pudo sostenerse por dificultades económicas. Aquí en San Pedro de Lloc se dedicó más tiempo como maestro, donde ha dejado muchos aprovechados discípulos.
Después de esta estada en la capital de la provincia se ausentó de ella por algún tiempo hasta que volvió a la redacción del diario “La Unión”, en 1936 en que entró a formar parte del cuerpo de redacción bajo la acogida y auspicios del director de dicho diario don Manuel Pastor Ríos, que vio en él al hombre que necesitaba para impulsar y mejorar las condiciones de su periódico. En efecto con el ingreso de Céspedes a la redacción del diario, éste adquirió un mayor auge y desarrollo en su actividad periodística.
Las secciones “Bajo Relieves de Actualidad” y Solfeo Semanal, escritas por Céspedes adquirieron una gran popularidad. Mr. Peck, con que firmaba la sección escrita en verso epigramático era muy leída.
En ambas secciones se vertía el espíritu de Céspedes con crítica analítica en la prosa y en la firma irónica y de aguda y honda censura de las costumbres y anomalías sociales, en verso. Con todo: Céspedes no fue un escritor revolucionario o vanguardista. Su espíritu romántico religioso lo mantuvo siempre en una posición conservadora. De ahí su inclinación al clasismo, en su estilo literario. Sin embargo, en algunos de sus escritos, se advierte la rotundidad aguda de un espíritu revolucionario comprimido. Carecía de la libertad económica y este  solo motivo bastaría para explicarnos su posición conservadora, voluntaria, pero no humillada. Con esto no queremos  decir que Céspedes era papista, pues en el fondo, íntimamente, más estaba, verdaderamente, junto a Renán. Su espíritu patriótico-socialista-democrático tiene esta exteriorización en sus escritos. Cuando el conato de guerra con el Ecuador, el año 1911, tomó la palabra en la plaza principal de San Pedro y pronunció una vibrante oración patriótica que levantó el espíritu popular confortando el patriotismo de los que habían concurrido en masa por la defensa de la patria.
El valor moral e intelectual de Céspedes, como escritor y como maestro, lo ha expresado muy bien, Don Manuel Pastor Ríos, en su bello discurso necrológico, en el sepelio de Céspedes, al inhumarse sus restos en el cementerio de Pacasmayo. El Señor Ríos, en un pasaje de su discurso, expreso: “Pablo Edmundo Céspedes se aleja de los seres y las cosas que dieron calor a su vida en este mundo, en el cual ganó para si el invalorable galardón que va unido al reconocimiento público, de su valía como hombre de lúcido cerebro y corazón bien puesto. De él conocemos cuánto se afanó y cuánto lucho para mejorar las cosas del ambiente en que vivimos. Su vida fue larga y fructuosa, pues, su esfuerzo ayudó a que muchos otros hombres abrieran los ojos a una realidad más alta y a una vida más digna. Como maestro y periodista se dio generosamente a la noble tarea de abrir los caminos de la mente a todos los que en el aula o en el papel impreso, se acercaban hasta él para alumbrarse con los destellos de su palabra fluidamente vertida o de su frase galanamente escrita, con las que Don Pablo Edmundo supo envolver siempre los más diversos temas y expresar las más varias y sutiles emisiones del alma”.


         M.A. Campos Rubiñoz.                 San Pedro, Agosto 25 de 1948.


Pablo Edmundo Céspedes
Cardos y Malezas Poesía y Prosa.



miércoles, 3 de febrero de 2016

ANTONIO GARATEA



Al relevar la figura de don Antonio Garatea, lo hacemos con el propósito de que su vida activa, que comenzara en la modestia y que llegara a culminar en un positivo triunfo, sirva de ejemplo a las generaciones venideras.
Había nacido en San Pedro de Lloc el19 de Marzo de 1846. Por su propia iniciativa, siendo muy joven, marchó al Callao y fue empleado de la firma española Suito y Cia. Asistió al Combate de 02 de  Mayo con el grado de Capitán, presentando sus servicios en unas de las baterías que defendían la Plaza.
Fue apoderado y cajero de la Firma Conradi y Cia. De Lima. En 1868, fundó bajo su propia firma una agencia de aduana, la que fue liquidada por salud en 1870.
En 1872 estableció en Pacasmayo una casa comercial de importación y exportación, la que giraba con Muguerza buen crédito y sucursales en San Pedro de Lloc y Cajamarca.
Fundador del Partido Demócrata, fue nombrado por don Nicolás de Piérola, subprefecto de Pacasmayo con facultades extraordinarias, dada la situación de beligerancia en la que se encontraba el país, motivada por la guerra con Chile. Su actuación fue atinada y patriótica.
Durante la ocupación Chilena, Garatea no abandonó su jurisdicción, oponiéndose con patriotismo a las órdenes del invasor, sufriendo quebrantos en sus intereses, pues nunca percibió haber alguno.
El Gobierno del Contralmirante Montero lo llamó a Cajamarca e invistiéndolo de la clase de Coronel, desempeño la Comisaria General de Guerra, dependencia que estuvo a su cargo durante la traslación del gobierno a Huaraz.
En 1883, asistió al Congreso de Arequipa, como Senador por La Libertad. Su actuación se destacó por su fogoso verbo, en defensa de la integridad nacional. Tomó parte en la revolución de 1894 y fue encarcelado en el Callao, en donde cultivo relaciones con los poetas José Santos Chocano y Enrique López Albújar.
Triunfante la Coalición, en 1895 la ciudadanía pacasmayina lanzó su candidatura para ocupar un curul en la Cámara de Diputados. Aviesas maquinaciones burlónas los sentimientos del electorado y el Señor Garatea quedó al margen de la representación.
En 1897, el Señor De Piérola le ofreció la cartera de Haciendo Garatea declinó el honor, renovando su adhesión al Jefe Demócrata. En este año, se inauguró en el Callao el monumento al Héroe de Angamos. La provincia le confió su representación, con cuyo carácter asistió, dejando bien puesto el nombre de sus conciudadanos.
San Pedro de Lloc debe a Don Antonio Garatea la colocación del reloj que el filántropo José Sevilla había regalado a su pueblo y que por muchos años estuvo depositado en la Iglesia. Los gastos fueron hechos de su peculio y ese reloj, que marca el tiempo, marca también el recuerdo de quienes se esforzaron por el progreso de la capital de la provincia.
El 12 de Octubre de 1908, en la Villa de Guadalupe, la muerte truncó una vida útil y ejemplar, cuya añoranza  de vivir como un índice señalando en el devenir de los tiempos, lo que fueron los hombres de la talla del ilustre sampedrano que nos ocupa.



ARTICULO EN PACASMAYO Y SUS HOMBRES REPRESENTATIVOS DE JOSE VICENTE RAZURI LIMA-1947
EL TAMARINDO DE GUADALUPE

Para Don Manuel Rivas Plata.

Era un viejo añoso, quizás centenario tamarindo, centinela avanzando de la Villa legendaria de Guadalupe. Erguido y solitario vivió años incontables porque nadie supo que mano lo planto ni quienes apagaron su temprana sed para que creciera en la soledad del camino.
Poco a poco, lentamente, el, tamarindo de nuestra evocación tendió su ramaje reverenciándose, primavera tras primavera, al fin, todo evoluciona en la vida. Dio su fruto delicioso y la pulpa de sus vainas se extraía para caseras curaciones; los muchachos inconscientes y perversos apedreaban al árbol solitario en los meses en que el calor arrecia y el fruto se presenta como si refrescara quisiera a los confiados habitantes de la comarca.
El viejo tamarindo  guadalupano bebía las aguas de su acequia por estar muy cerca de ella; mudo y tranquilo, guardaba la ciudad como, tendiendo la vista por la calle de La Ladrillera hacia la Plaza de Armas, daba sombra al caminante, que jadeante llegaba hasta el, recibía cariñoso al caballeroso  jinete que en brioso potro atravesaba los polvorientos callejones de La Calera; bajo su sombra se componía la montura, se ajustaba la cincha y sacudía el pellón  y las guarniciones, para entrar a la ciudad campante y fresco,  poniendo el caballo al paso de “termino” después de abandonar el paso “llano” de la pampa. Muchos borrachos, visitantes de la feria, durmieron la siesta baja el ramaje corpulento; testigo fue de la hieda de furtivas parejas en amores pecaminosos. Este tamarindo podría contar grandezas y miserias de su pueblo, porque el vio rodar el primer coche  halado de un recio tronco de alazanes que por primera vez llevara a Guadalupe don José Bernardo Goyburu; cuando el viento soplaba sobre su copa, parcia saludar al arriero meditabundo que ponía en movimiento la cansada piara, al gamonal irritante que presumía de caballero, el aristócrata y modesto castellano que sonreía a los labriegos, a las familias que en muy buena monta y en alegre caravana, se dirigían a gozar de las brisas marinas a la orillas del mar Pacifico, unos  a la Barranca y otros a la Boca del Rio.
Este tamarindo desgarbado por el invierno,  vio hollar su suelo por la soldadesca chilena, fue testigo del martirio de los Albujar y movió sus ramas como si estrechar quisiera en un fuerte abrazo a los Chorrocas, valientes guerrilleros con patriotismo indomable. En las tenebrosidades de la noche, pudo contemplarla la toma de Guadalupe el 19 de Julio de 1894 por la montonera de Teodoro Seminario y en Enero de 1895 despertó de su letargo al piafar de las locomotoras que levantaban de sus lechos a la población por la audacia de Don Pedro de la Fuente cuando solo, completamente solo, llevose cinco trenes de San Pedro so pretexto de auxiliar a las tropas del Gobierno.
Este viejo tamarindo de históricas leyendas, de risueñas añoranzas de gratos recuerdos, cayó trágicamente ante la piqueta de Julián Castañeda hachero profesional, que cumpliendo el mandato de un Alcalde inescrupuloso partió en pedazos al recio y secular tronco, talo sus ramas desparramo sus hojas y mato para siempre al avanzado centinela de un pueblo que se reverenciaba como un árbol sagrado, sin pensar que autoridad común ninguna debería cortar para siempre la vida de un amigo que mudo y tranquilo, desafiaba con su copa al sol calcinante y sombreaba a los que llegaban al pie de su tronco para evocar recuerdos o descansar de la fatiga del día.
¡Pobre tamarindo de Guadalupe!, ya no serás el testigo de la Feria de tu pueblo, ni tus frutos han de servir de refresco en los calurosos días del aciago verano. Duerman en paz tus raíces bajo las profundidades de la tierra; ellas representan tu cuerpo exangüe que hecho leña, se habrá convertido en cenizas, las que han de acusar al criminal que puso fin tu existencia.


ARTICULO EN PACASMAYO Y SUS HOMBRES REPRESENTATIVOS DE JOSE VICENTE RAZURI LIMA-1947