ROMANCE DEL TAMARINDO
Alto,
corpulento, enhiesto,
tocado
por fronda espesa,
cual
vigía que avisará
el
destino de la aldea,
se
erguía hace años un bello
tamarindo
allá en mi tierra,
la
señorial Guadalupe,
para
mí muy predilecta
bonancible
como el hombre
de
una límpida conciencia.
Este
árbol de ilustre alcurnia
nacido
en remota época,
estaba
ubicado al centro
de
la polvorosa alameda
que
da acceso a mi pueblo
por
la Calle “Ladrillera”;
y
a un costado se veía
La
Tina, una hermosa huerta
donde
hallaron puros goces
mi
niñez y adolescencia;
pues
bajo su fresca sombra
con
otros mozos en rueda
me
entregué a festivos goces
de
una dicha verdadera.
Lazo
de amor que el pasado
vinculó
a la edad moderna,
reliquia
que nos legara
la
Madre Naturaleza
para
rendir homenaje
a
aquella extinguida era
y
afirmar en el espíritu
el
afecto a nuestra tierra;
ese
árbol debió cuidarse
con
el celo y reverencia
que
merecen los valores
de
un pasado de grandeza;
mas,
¡ error incomprensible !.
Fruto
de extraviada idea,
este
altivo Tamarindo
que
ayer nuestro orgullo fuera,
por
criminales hachazos
fue
echo un montón de leña,
pagando
así sus servicios
con
ingratitud artera.
Pobre
Tamarindo mío
de
tradiciones emblema,
¿Qué
delito cometiste
para
sufrir tan vil pena?
Descansa
en paz y perdona
aquella
inconsciente ofensa
y
recibe en estos versos
mi
humilde y póstuma ofrenda.
LA TINA
Un poco más allá rústica
entrada
acceso da a la Tina, huerta
hermosa
do de ordeñó lanzó leche
sustanciosa
Y se dio la rica fruta
sazonada;
Allí se veía la casona amada
que cobijó mi infancia
venturosa,
donde el ensueño de color de
rosa
arrulló de mi vida la
alborada;
más ahora al transcurso de
los años,
que deparan sus fríos
desengaños,
la solariega casa se ha
extinguido,
cual se esfuma en la vida
transitoria
poder, belleza, juventud y
gloria
bajo las sombras del eterno
olvido.
EL TAMARINDO
Situado de mi pueblo hacia la
entrada
luengos años mostró su
lozanía,
y en su fronda de hermosa
simetría
ricos frutos brindó a la
muchachada;
cuantas veces mi infancia
alborozada
única dicha en la existencia
impía,
en medio de jovial
garrulería,
gozó el encanto de su sombra
amada.
Hoy ya no existe; el hacha
aborrecida
rasgó sus fibras, agotó su
vida
e hizo leña de su tronco
inerte,
cual del humano ser rudo
destino,
que no es más que doliente
peregrino
expuesto a los embates de la
muerte.
Pablo Edmundo Céspedes
Cardos y Malezas Poesía y
Prosa.
Pacasmayo 1945.
Pablo Edmundo Céspedes
PABLO EDMUNDO CESPEDES
Escritor y Maestro
Lo conocimos el año 94,
cuando tendría 20 años y nosotros 14, en Guadalupe su pueblo natal, con su
libro bajo el brazo y un cartapacio del diario “El Comercio” de Lima. Eximio
devorador de libros. Caminaba con prosopéyico aire de “doctorcito o con tono de
pedagogo”. Leía con gran sed de saber los editoriales de dicho diario. En ese
entonces hacía “pininos” de periodista en el seminario “El Ferrocarril” de
Guadalupe, que dirigía y editaba su padre. Era también corresponsal o
colaborador del periódico “El Pueblo” de San Pedro, publicación semanal, dirigida
por el doctor José del Carmen Araujo periódico sucesor del Semanario “El
Demócrata”. Su padre, creo que también fue colaborador de esta publicación
sampedrana; en la época en que estuvo en la dirección a cargo del sobrino del
fundador, Don Ezequiel Gonzales Cáceda, poeta y literato pacasmayino; pues el
fundador de dicho periódico “El Ferrocarril” de Guadalupe de fundación más
antigua que “El Pueblo” de San Pedro; pero ambos periódicos vivieron más o
menos en una misma época, en la que, desde entonces, 1890, más o menos, el
diario limeño “El Comercio” como gran rotativo sostenido por los ricos
aristócratas de la Capital, a cuyo servicio político estaba, como hasta hoy,
ejercía una gran influencia preponderante sobre la opinión pública en
provincias y, por consiguiente, era el modelo orientador periodístico de todos
los periodicos provincianos, que no hacián si no seguir y expresar esa misma
opinión intelectual del pensamiento de la inevitable influencia preponderante
de gran diario “El Comercio”. Estos periódicos de formato pequeño en provincias
y de aliento intelectual, también limitado, tenían que actuar, muchas veces, sin darse cuenta de ello, como una
especie de satélites del formidable diario capitalino.
La influencia intelectual del
gran diario limeño en esta provincia, era de tanto sentido y extensión general,
que todos tenían, necesaria e inevitablemente, que conformar su concepto y
opinión de las cosas políticas, y de todo, a la de El Comercio, que era como la
Biblia o El Corán de nuestros pueblos.
Los viejos de Guadalupe de
entonces, los Domingos y días de fiesta, se hacían leer El Comercio en los
patios asolados de sus casas, o en los portales de la Plaza Principal del
pueblo. El joven don Pablo Edmundo Céspedes tal vez cuando tenía 18 años, era
uno de esos buenos lectores escogidos y preferido por los ancianos de esos
venerables cenáculos. Algunos años antes el preferido de esa lectura de que
tanto aprovechaban los viejos guadalupanos, Don Manuel Banda, Don Lucas Deza, Don Tomás
Lafora, Don José Bernardo Goyburo, Don Lorenzo Rázuri y otros, era Don Fernando
Campos, padre del que escribe estas líneas que cuando muy joven aún se
estableció en Guadalupe. El joven Don Pablo Edmundo con estas lecturas colectivas,
que estimulaban más su afición por el estudio, se sentía crecer
intelectualmente rodeado de sus oyentes venerables y alternando en la
conversación con ellos.
El diario El Comercio en esos
tiempos, poco antes y después de la guerra con Chile, se había pues conquistado
los prestigios y las virtudes de Don Sábelo Todo. De modo que cuando en alguna
discusión dialéctica y agitados sobre cualquier materia histórica, científica,
y sobre todo política, algún joven resultaba vencedor de los viejos, con su opinión,
los vencidos atacaban diciéndole: “¡Calla muchacho, que puedes saber tu que no
has leído “El Comercio”!. Y ciertamente que no era tan fácil entonces leer el
“El Comercio”, porque la suscripción era muy cara, y los periódicos venían por
vapor, cada quince días, o cada mes. Por eso en cada pueblo había muy pocos
suscriptores: dos o tres a lo más; de los que era difícil conseguirlos
prestados.
En esa época se iniciación y
dio sus primeros pasos el joven Don Pablo Edmundo Céspedes, no sólo como
escritor sino también y, al mismo tiempo, como maestro de escuela. En ambas
actividades intelectuales recorrió todos los pueblos o ciudades de esta
provincia. Colaboró en la fundación de varios periódicos provincianos y fundó
en Pacasmayo la revista “El Recreo del Hogar”, en la que colaboramos también
nosotros; revista literaria que duró algún tiempo. Y no pudo sostenerse por
dificultades económicas. Aquí en San Pedro de Lloc se dedicó más tiempo como
maestro, donde ha dejado muchos aprovechados discípulos.
Después de esta estada en la capital
de la provincia se ausentó de ella por algún tiempo hasta que volvió a la
redacción del diario “La Unión”, en 1936 en que entró a formar parte del cuerpo
de redacción bajo la acogida y auspicios del director de dicho diario don Manuel
Pastor Ríos, que vio en él al hombre que necesitaba para impulsar y mejorar las
condiciones de su periódico. En efecto con el ingreso de Céspedes a la
redacción del diario, éste adquirió un mayor auge y desarrollo en su actividad periodística.
Las secciones “Bajo Relieves
de Actualidad” y Solfeo Semanal, escritas por Céspedes adquirieron una gran
popularidad. Mr. Peck, con que firmaba la sección escrita en verso epigramático
era muy leída.
En ambas secciones se vertía
el espíritu de Céspedes con crítica analítica en la prosa y en la firma irónica
y de aguda y honda censura de las costumbres y anomalías sociales, en verso.
Con todo: Céspedes no fue un escritor revolucionario o vanguardista. Su
espíritu romántico religioso lo mantuvo siempre en una posición conservadora.
De ahí su inclinación al clasismo, en su estilo literario. Sin embargo, en
algunos de sus escritos, se advierte la rotundidad aguda de un espíritu
revolucionario comprimido. Carecía de la libertad económica y este solo motivo bastaría para explicarnos su
posición conservadora, voluntaria, pero no humillada. Con esto no queremos decir que Céspedes era papista, pues en el
fondo, íntimamente, más estaba, verdaderamente, junto a Renán. Su espíritu
patriótico-socialista-democrático tiene esta exteriorización en sus escritos.
Cuando el conato de guerra con el Ecuador, el año 1911, tomó la palabra en la
plaza principal de San Pedro y pronunció una vibrante oración patriótica que
levantó el espíritu popular confortando el patriotismo de los que habían
concurrido en masa por la defensa de la patria.
El valor moral e intelectual
de Céspedes, como escritor y como maestro, lo ha expresado muy bien, Don Manuel
Pastor Ríos, en su bello discurso necrológico, en el sepelio de Céspedes, al
inhumarse sus restos en el cementerio de Pacasmayo. El Señor Ríos, en un pasaje
de su discurso, expreso: “Pablo Edmundo Céspedes se aleja de los seres y las
cosas que dieron calor a su vida en este mundo, en el cual ganó para si el
invalorable galardón que va unido al reconocimiento público, de su valía como
hombre de lúcido cerebro y corazón bien puesto. De él conocemos cuánto se afanó
y cuánto lucho para mejorar las cosas del ambiente en que vivimos. Su vida fue
larga y fructuosa, pues, su esfuerzo ayudó a que muchos otros hombres abrieran
los ojos a una realidad más alta y a una vida más digna. Como maestro y periodista
se dio generosamente a la noble tarea de abrir los caminos de la mente a todos
los que en el aula o en el papel impreso, se acercaban hasta él para alumbrarse
con los destellos de su palabra fluidamente vertida o de su frase galanamente
escrita, con las que Don Pablo Edmundo supo envolver siempre los más diversos
temas y expresar las más varias y sutiles emisiones del alma”.
M.A. Campos Rubiñoz. San Pedro, Agosto
25 de 1948.
Pablo Edmundo Céspedes
Cardos y Malezas Poesía y Prosa.