Procesión De Las Velas
Los vecinos cercanos de
las calles del cementerio de Guadalupe, cuentan que: por las noches aparecía
una procesión en donde los acompañantes
se presentaban con velas encendidas.
En una oportunidad una
mujer que siempre salía en las noches observaba a todas las Personas pasar y
como continuamente lo hacía ya conocía a cada una de ellas y rápido se daba cuenta
que si la persona que pasaba era o no de allí. Ella tenía la mala costumbre de
contar todos los chismes que acontecía o que veía.
En una oportunidad
estaba parada en la puerta de su casa y apareció la procesión con las velas; y
la gente de la procesión rezaba, cuando una persona alta de rostro blanco se
acercó con una vela prendida y le pidió que le acompañase, pero ella se quedo
callada; entonces la persona de la vela prendida le dijo: voy a regresar mañana
y le entregó una vela que la puso en su ventana. Asustada entro a su casa y se
fue a dormir. Al día siguiente muy asustada comentaba a las personas de lo que
le había sucedido y les decía que ese día iba a regresar el hombre de las
velas.
Al regresar a su casa y
observar en su ventana la vela ya no estaba prendida; lo que encontró fue un
hueso de muerto de una persona.
Un Pajarito Volador
(Tradición Guadalupana)
Si existieran todas las alhajas, que se han
ofrendado a la Virgen de Guadalupe, seguramente se necesitaran algunas decenas
de cofres, para guardarlas.
Las que hoy se conservan en una caja con tres
llaves, ya no merecen la pena de esas seguridades, que se asemejan a las de los
gatos escrupulosos de la fábula de Samaniego. Dicho sea esto sin agravio de la
honorabilidad de los Señores que forman la Comisión o Junta Conservadora de
aquel pequeño residuo de las innumerables y valiosas ofrendas traídas de todas
partes en el curso de algunos siglos, al Santuario de aquella imagen y
entregadas sin recibo a los frailes primero y a los curas después.
Todavía en el año 1868, estaban las alhajas
de la Virgen en casa de Don Narciso Lozano y eran objeto de algunas especulaciones
por los comerciantes de la feria.
Justamente en ese mismo año, se vendió un par
de hermosas perlas por las que se pagaron S/ 600.00 (entonces valía el peso 48
peniques); perlas que pertenecían a dos conocidas custodias y que el
comerciante que las obtuvo, logro hermanarla y alcanzar por ellas, un alto
precio.
Fue en la época del Gobierno de Don Manuel
Pardo, cuando se constituyo la Primera Junta Conservadora de las referidas
alhajas, en ese tiempo, como ya se ha dicho, no valía la pena de guardarlas con
tantas seguridades, puesto que entre ellas habían resultado algunas falsas.
Vaya el lector atando cabos sobre el trafico
que se fomentaba entonces con las dadivas
de los ilusos devotos, en aquellos tiempos en que abundaban las riquezas
tanto como la devoción, y no se le ocurra pensar, como mi vecino, que los
aretes, sortijas y cordones de oro y piedras preciosas obsequiadas a la Virgen
iban a engalanar el cuello, los dedos y las orejas de barraganas de frailes y
curas.
A propósito de esa o de cualquiera otro
trafico con tantas y tan valiosas joyas, cuenta la tradición que allá en los
tiempos en que ese tesoro andaba en manos de frailes Agustinos del
Convento de Guadalupe, si es cierto que
se hacia un inventario cada vez que el Prior saliente entregaba el gobierno al
entrante, no por eso se conservaban las alhajas con la seguridad que hacían
presumir las formalidades de un inventario entre lobos de una misma camada.
Un hecho curioso que esa misma tradición conserva,
nos hace ver que por las anchas mangas de frailes y curas no solo pasaban
invisiblemente las joyas y tuti cuanti, sino que volaban, si eso era preciso
para hacerlas desaparecer.
Aquí viene el cuento, reunidos los religiosos
y reverendos Padres en solemne capitulo, para que su paternidad A, entrega al Prior
B, los ingentes valores de la administración Conventual, que abarca la de
muchas haciendas de la Provincia, se presento el caso que al dar lectura Fray
Juan al consabido inventario, mientras los demás revisaban el objeto consignado
en la partida y se daba en coro el “es conforme”, se llego a un punto en que el
Reverendo Padre que leía con voz sonora, pausada y clara, decía ya por segunda
vez “Un pajarito de oro, con ojos de brillantes y una ramazón de perlas finas
que sirven de asiento”……
Y aunque con profundo silencio se buscaba y
rebuscaba, el pajarito no aparecía, ni se daba respuesta alguna. Solo se hacia
sentir un sordo murmulla entre los concurrentes y de cuando en cuando la tosecita
seca de alguno que deseaba pasaran a otra cosa dando de mano al pajarito.
Volvió a interrumpirse ese silencio, con la
tercera lectura de la partida recalcando y acentuando la voz, palabra por
palabra, como quien deletreas.
“Un- pajarito- de- oro- con- ojos- de-
brillantes- y- una- ramazón- de- perlas finas- que- sirven- de- asiento”……… a
esta ultima llamada, un lego, contesto con voz gangosa diciendo VOLOO!!
Efectivamente el pajarito había volado quizás
a las benditas manos de alguno de los hermanos en el Señor, para aterrizar en
la alcoba de alguna de las hermanas de Jesucristo, ó en la gaveta de un judío
prestamista y usurero.
Los reverendos pasaron a otra cosa, una vez
que, por la oportuna advertencia del lego se supo que:
“Voló de la jaula el pajarillo
al libre viento en vivir solía”.
Al coger la pluma para trazar estas líneas
ocurrírseme hojear el diccionario de la palabra tradición que hago en los
siguientes acápites, y francamente no me satisface el sentido en el que el gran
libro toma tan manoseada frase, cuando dice: especie de alguna cosa antigua que
viene de padres a hijos, y se comunica por relaciones de unos a otros.
Tanto empleo se hace en la palabra tradición
y se acostumbra darle tanta importancia que valga verdad la definición que he apuntado,
la aminora y deslustra, que casi le hace perder toda la simpatía que por las
tradiciones nos inspira el insigne maestro, que ha sabido aquilatar la materia
prima., con el primoroso0 engaste de su talento, “allí esta el cuento”.
Con todo incluyo los recuerdos y que también
voy dando el nombre de tradiciones, no tanto por dar como discutido el punto,
sino por haber venido á mi, de uno á otro.
Marco
Antonio De La Fuente Salcedo, Tradiciones de mi tierra, provincia de Pacasmayo 1999
Tradición
Cuenta la tradición que el Capitán Lezcano
por algún motivo resolvió llevar la gloriosa Imagen de la Virgen de Guadalupe a
Trujillo sin duda para regresarla a este Valle. Sucedió que el día del viaje
durante un corto tiempo, se adelantaron los dos arrieros con la Santa Imagen.
Momentos después llego apresurado a incorporarse el Capitán Lezcano, quien
quedo sorprendido de no hallar a los arrieros ni a la mula con la caja que
portaba a la venerada Imagen, temiendo que hubiera ocurrido algún fatal
percance, recorrió vertiginosamente el camino hasta hallar vagando a los arrieros
sin la mula. Tembloroso y con voz apagada les preguntó dónde está la Santa
Imagen, o que sucedía. Libidos y turbados los arrieros le dijeron que durante
un pequeñísimo instante que les fue preciso detenerse, en tan corto momento la
mula desapareció con la caja como si la hubiese comido la tierra. Al oírlos el Capitán
Lezcano se sintió desfallecer, pero tratándose de reanimarse echo a correr en
su caballo buscando la mula con grande empeño. Otro tanto hicieron los arrieros
durante todo ese día y también el día siguiente. Se cuenta que al tercer día de
perdida la mula con la caja, los arrieros la encontraron echada bajo un Chupe, sin
su carga, en un terreno cubierto de matorrales llamado Jesús, a inmediaciones
de la Hacienda Faclo Chico. Los arrieros descargaron con cuidado la mula y la sacaron
a campo libre, pero cuando intentaron levantar la caja con la Imagen no la podían
mover, pues parecía una peña. Pronto llego el Capitán y cuando intento alzarla
resulto imposible. Entonces cayó de rodillas el Capitán Lezcano, comprendiendo
que la Virgen no deseaba salir de este Valle. Abrió la caja, tomo en sus brazos
a la bella Imagen y la llevó a su capilla donde la volvió a colocar. Esto
cuenta la tradición.
Historia del Culto y Crónica de la Coronación
Canónica de Nuestra Señora de Guadalupe.
24 de Octubre de 1954. Presbiterio Santiago Wenceslao Aguilar L. Párroco.
Bendito Túnel
Según cuenta la
historia que en la época de los españoles, la Virgen de Guadalupe aparecía como
arte de magia, en la Mitad del Cerro Namúl, exactamente en el mismo lugar donde
se encuentra una capilla hoy destruida, causando asombro a los españoles y en
especial a los indios que moraban en esta zona, y otras oportunidades decían
que se le veía a la Virgen en la cima del cerro lavando sus pañales del niño
Jesús. Al encontrarla los Agustinos la llevaban de regreso a su Santuario, pero
otra vez aparecía en el mismo lugar; para hacerla volver se le hacia rogativas
y se le colmaba de ofrendas, como este hecho se repetía varias veces los
indígenas preguntaron a los religiosos el porque la imagen aparecía en la cima
de este cerro, a lo que los Agustinos respondieron que se debía porque se
estaba yendo a los cielos, resentida con sus hijos porque no la querían, como
era conveniente, pues se dedicaban a adorar a la luna.
Convencidos los
naturales del hecho empezaron a creer en la Virgen, dejando de lado sus creencias, motivo para que los frailes
agustinos constituyeran una pequeña capilla, la cual debido a las inclemencias
del tiempo ha perdido su forma original, hoy reemplazada por otra más amplia y
resistente. Desde aquella fecha la Virgen nunca más volvió a aparecer.
La verdad del caso es
que la imagen de la virgen era traída a
este cerro por los padres agustinos por medio de un túnel, hecho de ladrillo,
que partía del santuario hasta el puente “Timoteo Plaza” actualmente conocido
como “La Bóveda” y aprovechando las sombras de la noche, cruzaban los bosques
de algarrobo espinosos que rodeaban este cerro, para colocarla en el lugar
antes mencionado.
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