GUADALUPE
Génesis
de la Evangelización en América
Por Luis C. Lostaunau Rázuri.
En un mundo nuevo, de extensos
despoblados arenosos y cortos pero fructíferos valles, este lado de la naciente
América, esperó desde siempre ser escenario de un hecho singular, no solamente
para los hispanos recién llegados con sus huestes multirraciales, sino también,
para los propios yungas; pacíficos y esforzados trabajadores de la tierra, la
artesanía y la organización heredadas de mochicas y chimúes. Hecho singular que
convertiría al Valle de los “Pacasmayos”, en un lugar elegido, en un centro de
peregrinaje, en un trono de inagotable veneración a la Santísima Madre de
Jesús, ¡en la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe......!
Sí, esperó de siempre; porque
desde la más oscura noche de los tiempos el hombre forjado en el ámbito de este
valle, ha sido de profunda esencia religiosa como se testimonia no sólo por los
importantes y originales adoratorios milenarios de Pacatnamú, Farfán, Yocyocán,
Izocotón, Moro-Moro, Cisnan, etc.; sino por la infinidad de objetos de metal,
barro y fibras que destinó para manifestar su gravitante propensión para
idolatrar al “ente divino”. En tal caso, la luna y algunas constelaciones.
Amanecida la conquista, los
hispanos con el Capitán Francisco Pérez de Lezcano como guía, fueron destinados
a la ineludible transformación cultural de nuestro ámbito pacasmayino y del
adoctrinamiento en Cristo del laborioso y creyente poblador nativo. Luego de
establecer su estancia en encomendero
en el Repartimiento de Chérrepe, en el Paraje “Omnep”, alrededor de 1540,
obtiene real autorización para fundar una Venta con Ermita y Huerto, acontecimiento
que se realiza a partir del 15 de abril de 1550; dando origen a la fundación
española de Guadalupe. Posteriores
sucesos conducen al Capitán Lezcano falsamente al bordo del suplicio del que se
libra al implorar la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe,
reconocida imagen de María del
Siglo XVI. Ya a salvo, viaja a España y consigue una réplica de la milagrosa imagen que a su vuelta entroniza
con la mayor unción en la Ermita edificada en la Encomienda de Chérrepe.
Desde entonces se sucedieron
variados e increíbles prodigios, que convocó multitudinaria concurrencia; obligando a Lezcano a
ampararse en el apoyo de los religiosos Ermitaños de San Agustín, facilitando la entrada y
propagación del evangelio, cuando las grandes ciudades americanas de hoy eran
montes o desiertos, en los Siglos XVI y XVII. Por ello, con justicia se afirma que,
por Guadalupe, entro la evangelización a gran parte de América.
Artículo publicado en una revista
local.