FERIA DE GUADALUPE EN LA
TRADICION
Alfonso A. Balarezo Carbajal.
Diario Última Noticias. Pacasmayo,
miércoles 8 de diciembre de 1999.
Tiempos idos que no volverán.
Hoy se habla de la feria internacional de Guadalupe y me hace recordar que el
verdadero término de internacional estaba bien dado en mis años infantiles y
juveniles, que lo recuerdo con alegría. En ese entonces teníamos muchos
“gringos”-así se les llamaba- que llegaban a ofrecer sus productos. Se daba una
verdadera concentración de personajes de otros países que estaban afincados en
los pueblos de la región y llegaban a Guadalupe a aprovechar de la Feria en
honor a Nuestra Santísima Virgen. La festividad tenía un gran prestigio y había
transcendido fronteras.
Todavía recuerdo los relatos
de mis antepasados y los pocos años en que pude constatar personalmente esa presencia.
Hablo de la década del 30, llegaban hasta nuestros hermosos portales de la
Plaza de Armas, hoy casi perdidos por el paso del tiempo y la indiferencia de
las autoridades. Allí se instalaban comerciantes de algunos recuerdo aun los
apellidos: Goldenberg, Mufarech Mitrani, Mustafá. Gleiser, entre otros.
Ellos exhibían y vendían
mercadería procedente de Europa, Centro América, así como también de Colombia,
Chile, Ecuador. A ellos se unían comerciantes nacionales con productos de
renombre de nuestro país.
Entre los recuerdos de
infancia y juventud de nuestra Feria está la llegada de visitantes a quienes
nuestros mayores los llamaban huéspedes. Arribaban desde los primeros días de
noviembre y se quedaban hasta fines de diciembre.
Nuestra Plaza de Armas se
poblaba con clásicos puestos de esteras con llamativas mesitas y una amabilidad
a flor de labios de las vendedoras.
Muchas eran nuestras propias
gentes ofreciendo los clásicos platos guadalupanos tales como guisos, asados,
cecinas, estofado, pepián de pava, cabrito y el infaltable arroz con carne.
Todo eso para chuparse los dedos.
Y para asentar esas
apetitosas comidas, la clásica chicha de jora, el clarito jequetepecano, la
chicha pura preparada por las visitantes de Monsefú, Catacaos, Reque.
De igual forma se saboreaban
los exquisitos dulces de Saña (con S, pues así lo escribían y lo recomendaban
los naturales de esa tierra). Muchos de los hijos de esos antiguos vendedores
siguen llegando a nuestra Feria a ofrecernos y deleitarnos con sus clásicos
dulces como los confites, dátiles rellenos y confitados, las cajitas con
membrillo y manjar blanco, conservas de naranja, etc.
Otro de los gratos recuerdos
de la ferias de antaño era la aloja de Monsefú para refrescar la garganta.
Recuerdo a una de las vendedoras, doña
Cuscamba con su alegre y gracioso canto entonado con su acento propio: “A la
aloja fresca, a la manzana. A la aloja a la aloja…”
También doña Bayona con sus
sabrosos buñuelos otra norteña ofreciendo la tradicional caspiroleta caliente,
“a medio el vaso, más grande que un calabazo. Que porque soy forastera no me
hace caso”. Las comerciantes llegadas de la Sierra nos ofrecieron tortas,
bizcochos de yema, y los tercios de las famosas chancaquitas, así como panes,
con uno solo bastaba para el desayuno.
Son muchas las tradiciones y
los recuerdos de nuestra Feria que ahora con mucho empeño y buena voluntad
nuestra Municipalidad trata de revivir para darle su prestancia antigua.
Otro de los recuerdos es el
Ciego Buenaventura, quien se encargaba del repique de campanas para llamar a
las novenas. Esta lo ejecutaba con destreza en el campanario y las tres
campanas repiqueteadas a la vez, cantaban la siguiente tonada; “La negra
Antonia la picandera que sube y baja por la escalera. A la tinquin, tinquen
dan, a la tinquen, tinquin don…dan….din….don….dan…”
Estas campanas datan de la
época de la España renacentista y se encuentran en perfecto estado, en ellas se
leen las fechas de su fundición, los años 1804 y 1867. La más antigua data de
1687.
Muchos campaneros y
sacristanes han seguido la tradición de Buenaventura, y han tenido la dicha de
aprender a hacer cantar las campanas de nuestro histórico templo, entre ellos
Emilio Alfaro Cabrera, Alfonso Argomedo León, Antonio Villar (el popular Tuco
Villar), Miguel Rázuri (conocido cariñosamente como El Gavilán), Carlos Rázuri
Vera, el popular Cachema. Este año siguen la tradición Marcos Mora Mendivel,
Segundo Tello Cotrina y el señor Víctor Terán Becerra.
Algo más de las tradiciones
de nuestra Feria las famosas corridas de
toros en la hermosa plaza ubicada en la Calle Mazzantini. Esa plaza era un
remedo de Plaza de Acho. La plaza guadalupana lleva el apellido de ese famoso
torero Mazzantini.
Otros de los relatos y
recuerdos presentes son las transacciones comerciales, del caballo de paso
peruano con su pellón Sampedrano.
También recuerdo la presentación
de la original CHIRIMILLA. Era excelente músico que tocaba flauta, tambor y
sonaja a la vez. Recorría las calles de la ciudad dejando escuchar melodías de
la serranía norteña. Esto se disfrutó hasta la década del 40. El músico CHIRIMILLA
era traído en homenaje a María de Guadalupe por su devoto José Balarezo
Chicopoma, padre de nuestro actual gobernador, Bernardo Balarezo Solís. Don José
contrataba con su propio dinero la venida del CHIRIMILLA. Don José fue
integrante de la primera banda de músicos que hubo en Guadalupe.
Estas son algunas de las
tradiciones de esta que ahora ya está en el calendario turístico nacional y por cuyo éxito nos corresponde trabajar a
todos. No dejemos que enemistades y recelos trunquen el desarrollo de Nuestro
Guadalupe. Juntos y con buena voluntad por parte de todos podemos superar todas
las discrepancias que se presenten. Pero un solo pensamiento debe guiar nuestros
pasos la fe en Santísima María Virgen que siempre ha bendecido a su pueblo y
por cuya grandeza debemos trabajar unidos todos. Eso debemos hacer por
Guadalupe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario