A
LA VIRGEN DE GUADALUPE Virgencita
morena de ojos grandes y negros, De
boquita pequeña de nariz de ilusión, Que
tu manto celeste constelado de estrellas Sea
velo que encubra la miseria y el dolor…… El
amor que te tengo, ese amor que me asiste, Es
cual rosa que exhalan un olor sin igual Porque
a ti Reina bella propietaria del cielo, No
se puede ofrendarte más que rosa de fuego De
aquel fuego sublime de un amor celestial… El
amor que te tengo, ese amor misterioso, Que
hace ser valiente en las noches de duelo Cada
vez que navego sobre el mar horroroso Cuando
cruzando los vientos portadores del mal, él
me libra sereno y mi barca no se hunde y
sus velas abiertas van capeando la mar…….. es
que al verme perdido, que la hora me llega, sin
quedarme otra cosa que llorar o morir, te
apareces en medio de mis sombras vestida con
un traje muy blanco que derrama armoniosa mil
fulgores de luz…….. Yo
llegue a tu casa al Santuario Y
dejando al caballo en la puerta de aquél, Penetré
silencioso, reverente y sumiso Y
detuve mis pasos frente a tu altar……. Aún
estaba en la Iglesia en sus bancas vacías Y
una que otra devota se veía rezar, En
las naves del templo el silencio era grande, Mantenía
el misterio de la casa de Dios……. Me
acerqué hasta las gradas del altar donde estabas Te
recé humildemente mi mezquina oración; Oración
pedigüeña, oración del que ruega, Como
siempre te piden los que van a tu altar…… ¡
Yo no sé, Madre mía ¡ ¡ Yo no sé Madre mía ¡ era
aquella porfía algo inútil: fatal; y
por eso a tus plantas te rezaba, rezaba, como
reza el cuitado que se va suicidar…… Parecióme
que, entonces del altar te bajabas; y
poniendo tus manos por encima de mi hombro consolabas
mis penas con mil frases de amor, tal
como hacen las madres cuando ven a sus hijos padeciendo
la angustia de un destino muy cruel……. Nada
puede decirte; mi oración era un llanto desde
el mismo momento que acérqueme a tu altar, mas
las sabias palabras que decías, calmaban, como
calman los nervios con el agua de azahar…… Virgencita
morena, la del suave milagro ¡ que
un buen día te trajo de tu tierra castiza el
fervor admirable de un soldado español; ya
que tanto sabia de los grandes portentos que
les has hecho a los míos y me hiciste a mí, en
el día radiante de este mes de diciembre Te
bendigo y aclamo, la mejor del Perú. ULISES
ROBLES VIERA. |
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