LA PROVINCIA Y LA FIESTA BRAVA
Herencia
de la raza española, la afición a los toros era proverbial en los distritos de
San Pedro y Guadalupe. En cada festividad en que solemnizaba al Patrón o la
Patrona de la Iglesia, se complementaban las diversiones con corridas de toros;
se improvisaban plazas, contratándose, en Lima, banderilleros sobresalientes
que actuaban como matadores y que en la "capea eran seguidos por algunos
peones de brega.
Guadalupe,
durante los días de la feria, por la inmensa cantidad de visitantes que la
atestaban, era la que más atractivo tenia y en donde rendía más la taquilla.
Fue necesario que don José Dolores Rázuri, señor de toda distinción en la villa
guadalupana, sintiera la necesidad de presentar a su pueblo como el más
adelantado y en donde la afición cumpliera su mejor credencial v, por eso,
construyó de su peculio una plaza, remedo de la plaza de Acho de Lima, y que
estrenara el 5 de diciembre de 1893, siendo Alcalde del distrito don Pablo
Diéguez, que asistió con los concejales don Pedro Rázuri y don Ruperto Condemarín,
asesorados por el secretario del Consejo, señor Alejandro C. Solís.
En
esa tarde memorable con sol reverberante, la flamante plaza presentaba un
aspecto encantador las galerías y tendidos rebozaban de la gracia sevillana de
nuestras hermosas mujeres, que, repartiendo sus sonrisas y sus miradas, atraían
a la masculina concurrencia. La elegancia y gusto en presentarse de altas
peinetas y mantillas españolas las hacían semejar esas manolas que nos cuentan
las crónicas de las corridas de feria en la madre Patria. Los tendidos crujían
al paso de la enorme muchedumbre.
La
puerta grande se abrió y por ella salió la cuadrilla, que la componían los
matadores Ángel Valdez "El Maestro", Mariano Soria "Chancayano",
Banderilleros: Simón Delgado "Robito" Felipe Unanue "Fosforito"
y Toribio Seminario "Mentirilla". Todos eran gente de color, pero
eran los más famosos del cartel nacional. Decir Ángel Valdez era llenar todo un
programa. Los trajes de luces resplandecían al sol calcinante y el público
prorrumpió en sonoros aplausos. El cura de la Parroquia se presentó frente a
los concejales y procedió a bautizar el coso. Terminada esta ceremonia de
ritual, una voz estentórea grito: "Que salga don José Dolores". Este
señor, pese a su modestia, descendió de la galería en donde se encontraba con
su familia, y salió por la misma puerta grande, como salen los buenos,
acompañado por don Pablo Diéguez. La enorme muchedumbre se puso de pie,
crepitantes las manos en loco aplauso. Las damas arrojaban le los claveles
rojos que pendían de sus corpiños, las rosas en botón que adornaban sus
vestidos y uno que otro abanico nacarado llegó hasta los pies del caballero que
había realizado el ideal de un pueblo aficionado a la fiesta española.
La
cuadrilla y el ganado respondieron a las expectativas del entusiasmo. Ángel
Valdez brindó su primero de muerte al señor Rázuri; con una media estocada
despacho al berrendo en negro, y quedó inaugurada la plaza de toros de
Guadalupe que las generaciones venideras no han sabido conservar, y que (es
triste decirlo), el polvo del olvido ha cubierto. Están olvidados el nombre del
generoso donador y la plaza en donde se desbordaba el entusiasmo guadalupano:
la han deshecho esta última la acción del tiempo y la inercia de quienes
debieron conservarla.
JOSE
VICENTE RAZURI, PACASMAYO Y SUS HOMBRES REPRESENTATIVOS LIMA 1947.
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