viernes, 13 de septiembre de 2024

APOTEOSIS.

 

APOTEOSIS

A la memoria del fusilamiento de los Hermanos Fernando y Justo Albújar y su compañero de martirio Manuel Guarniz el 28 de octubre de 1880, en la ciudad de Guadalupe.

 

Es una fría mañana,

densa nieve al cielo cubre,

mañana del mes de octubre,

silenciosa y funeral;

y una Villa antes galana,

como una virgen doliente,

dobla la prístina frente

ante un designio fatal.

 

Es Guadalupe, la amada,

donde se meció mi cuna

donde guardo una fortuna

en su ruinoso panteón;

pues bajo cruz empolvada,

de unos sepulcros helados,

hacen huesos adorados

su legal evolución.

 

Es la tierra hospitalaria,

centro de paz y bonanza,

donde el peregrino alcanza

siempre un asilo y un pan;

es la mansión solitaria,

en cuyo recuerdo santo,

doy treguas a mi quebranto

y dulcifico mi afán.


¿Qué tiene este noble suelo

en otrora tan dichoso

que así alteran su reposo

as sombras de la aflicción?

¿Porqué con hondo desvelo

sus pacíficos vecinos,

se ven tristes y mohínos

como en lúgubre prisión?

 

¡Ah! La guerra desastrosa,

anuncio de horrendos males,

en nuestros patrios anales

negra página escribió;

Y la Araucanía envidiosa,

confirmando su ralea,

á ruin é injusta pelea

artera nos provocó.

 

Cuatro años de ruda guerra

en el Perú valeroso,

siempre noble y generoso

por sus derechos luchó;

que, con infamia que aterra

y furia de hambriento lobo,

a la matanza y al robo

Chile vil se dedicó.

 

En esta etapa de duelo,

en esta odisea cruenta,

Guadalupe nos presenta

un episodio de horror;

recuerdo que un desconsuelo

dá al alma en sus desengaños,

hoy hacen treinta y siete años

de este hecho desolador.

 

Son las diez de la mañana,

todo en silencio perdura,

negro signo de pavura

pinta al final la situación;

y una facción miliciana,

brotada de inmundo cieno,

sale del cuartel chileno

y se encamina al panteón.

 

A su diestra y resignados

por este destino infausto,

van á darse en holocausto

por su patria y por su honor;

dos seres ¡ay! Desgraciados

de un mismo seno nacidos,

y que conformes y unidos

va á ultimar el invasor.

 

Es Fernando, el laborioso,

y Justo el adolescente,

digno, leal, inteligente,

de bien puesto corazón;

y un compañero afectuoso,

Guarniz de contraria suerte,

recibe la misma muerte,

llena la misma misión.


 Suena el clarín destemplado

una marcha funeraria,

vil estrella solitaria

desplega al viento su faz;

y en el semblante angustiado

de los que infamia inmola.

de Gloria brillante aureola

derrama luz inmortal.

 

A la vez en los hogares

de la villa memorada,

un adiós de alma angustiada

Se oye tierno percutir;

las niñas lloraban á mares,

los hombres sienten desvelo

y hasta el vivaz pequeñuelo

se escatima de reír.

 

Mientras el cuadro doliente

transcurre lúgubre y serio,

han llegado al Cementerio

las huestes del vil Caín;

y con cinismo insolente

á la inocencia y pureza

abrió su fúnebre huesa

dio su postrimero fin.

 

¡Descansen en paz los restos

de esos nobles artesanos,

los buenos guadalupanos

siempre su tumba honrarán;

recordando esos funestos

días de tristeza y luto,

que son perenne tributo

de la pobre Humanidad!.

P.E.C.

 

 

 

 

 

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