"TEMPRANA
LEYENDA"
(Leyenda)
Refería
el Padre Calancha que, en los primeros años de iniciado el culto a la Virgen de
Guadalupe, y construido el Convento de los Padres Agustinos Ermitaños, en el
lugar hoy conocido con el nombre de Pueblo Viejo (Anlape); surgió una leyenda
que, a través del tiempo, se ha conservado y, hasta no hace mucho, alcanzaba
proporciones de misterio y admiración entre los creyentes: "En la dura
lucha de los Ermitaños de San Agustín, por catequizar a los indígenas del
Pueblo Namúl, que así se llamaba el conglomerado de naturales que encontraron
los españoles en las faldas del cerro de la virgen; recurrieron muchas veces a
artificios a fin de conseguir el objeto deseado. El sostenimiento del culto y
el plan de obras que los frailes se hablan trazado, por un lado, y, por el
otro, el poco satisfactorio comportamiento de los indígenas los llevó a practicar
durante varios años un ardid que, según se dice, les daba magníficos
resultados. Cuando las cosas se ponían un poco difíciles para los Padres, la
Sagrada Imagen de la Virgen que, comúnmente se guardaba en la hermosa Capilla
que hiciera construir, el Capitán Francisco Pérez de Lescano, aparecía en una
capillita de caña y barro que, los mismos religiosos, hablan hecho construir en
la cima del cerro y que ha existido hasta no hace muchos años. Luego los
Padres, hacían saber al vecindario, que la Virgen, enterada del comportamiento
de sus vasallos y, aprovechando la noche, se habla trasladado misteriosamente y
por su propio impulso a dicho lugar; lo que, según se refiere, causaba enorme
congoja entre los naturales, quienes apesadumbrados, solicitaban a los Padres,
iniciar rogativas en su Santuario, a fin de que, mediante limosnas y
donaciones, se iniciaran romerías en el Cerro, para regresarla en procesión,
nuevamente a su aposento habitual. Como se ha dicho, esta práctica duro algunos
años, a la vez que los natura- les iban despertando y tratando de encontrar una
solución lógica a las misteriosas peregrinaciones de la Virgen al Cerro, habiendo
llegado casi hasta nuestros días, la creencia de que existía un subterráneo o túnel
que, partiendo del Templo, atravesaba toda la población, e inclusive, por este
centro del cerro, como un verdadero pique, subía hasta la cúspide donde, muchos
aseguraban que existía la puerta de salida. Este túnel ha sido incansablemente
buscado, pero desgraciadamente, si lo hubo, no queda ningún rastro y, lo que es
más, prácticamente, habrían sido casi imposible, poder construir semejante
obra, en aquellos años de 1560 a 1619, en que el fuerte terremoto de Trujillo,
destruyó el antiguo y primer pueblo de Guadalupe".-
"EL CURA SIN CABEZA"
(Cuento de Penas)
En la niñez, tuvimos la suerte con mi hermano, de ser amigos
con los chicos Pepe y Aurorita; hijos de los propietarios de la Hacienda Talla,
en Guadalupe, lugar de nuestro nacimiento. Considero suerte, ya que, formaba
parte de dicha hacienda, el segundo claustro dieciochesco, del antiguo convento
de San Agustín; monasterio supreso, hacía más de un siglo y, por cuyas celdas,
arcadas y salones ya ruinosos, poblados de murciélagos, nos era permitido
vagabundear hasta cierta hora. Aquel sombrío y enigmático escenario, gran
teatro de tantas aventuras infantiles, ofrecía cada día y, más aún, cada
atardecer, el más variado racimo de sustos y ansiedades. Uno de los lugares
preferidos por nosotros, era la antigua cocina centenaria, llena de abandono;
larga estancia de altos muros, ennegrecidos por el hollín y el tiempo. Un
macizo y descomunal fogón servia de apoyo a un lado de la vasta pared del
fondo; en los otros costados, se dibujaban o todavía estaban ahí, las hornacinas
que otrora sirvieron para guardar las subsistencias y cacharros de los frailes
ermitaños. Nos gustaba el lugar, por la inmensa cantidad de pequeños vampiros
que hablan invadido el lugar; y que, un muchacho de Lima, llamado Pablo, nos
enseño a derribarlos, para luego clavarlos en las gruesas paredes, a fin de
disecarlos. Entretenida ocupación..... Aunque no! Para las pobres victimas.
Pero, aquí, surge una antigua conseja local; la del cura sin
cabeza: Uno de los tantos días, en que las horas se consumían y nosotros permanecíamos
en la vieja cocina conventual; los últimos rayos del sol veraniego, habían ya casi
desaparecido cuando Pepé alzando el brazo derecho y apuntando con el índice, un
tanto asustado señala en dirección del extenso corredor del claustro y dice, entrecortadamente:
“El cura sin cabeza….!”
Y, en efecto, todos
alcanzamos a ver la vertiginosa desaparición de un bulto blanco, de figura y
dimensiones humanas; pero sin la cabeza que, con toda firmeza, se introdujo en
la última celda del fondo de la galería. Aquella, sin techo, que se criaba a
los gallos de pelea.
Todos
los chiquillos, aterrados, solo atinamos a correr a la vivienda de los papás de
Pepé. Felizmente, para tranquilidad general, ellos y la servidumbre, se
encontraban reunidos como de costumbre, dentro de las instalaciones de la casa;
desarrollando cada cual las tareas propias de esa hora.
“Que
ha pasado?”. Casi al unísono, todos preguntaron……..
Con
voz entrecortada, venciendo a pocos el gran susto, dijimos coro:
“Salió
un cura sin cabeza!” “Lo vimos…..!”. “Se metió en una celda; en la de los
gallos”.
Todos
trataron de calmarse de mil maneras, no faltando, hasta quien contara, para
darnos animo que, más de una vez, muchas personas habian visto a tal cura sin
cabeza. Que indudablemente se trataba de un fantasma; de uno de aquellos
frailes que, hace muchos años, poblaron el monasterio; es decir, “Que sólo era
un Fantasma”.
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